AROMA A QUEROSENO

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(autor foto: flacaamr)

Mi olfato me llevaba detrás de aquella valla, roñosa y medio derrumbada sobre el suelo lleno de maleza, y que servía únicamente de obstáculo a los papeles y bolsas en las que quedaban atrapados como peces en almadraba.
Un intenso aroma a queroseno, recién quemado, me llevaba de la mano hacia un viejo barracón de tejado rizado, y sorteando bidones apilados, algunos tumbados sobre su lomo curvado que servían de cama a los gatos vagabundos que poblaban el recinto, me abrí camino entre el abandono que reinaba en él .


Todo estaba muerto, y en un silencio espectral poblado de fantasmas, máquinas inertes y madera podrida daban testimonio de viejas batallas, de antiguas cruzadas y vanos rencores.
Aquél perdido aeródromo había sido lugar de vida y de muerte, de vuelos de guerra donde las cajas de munición yacían ahora desparramadas, sin orden, sin balas y muertas como los muertos que ellas mismas habían sembrado al silbar alegremente mientras alcanzaban a un enemigo. ¡Todos estaban ya muertos! , Y ése era su cementerio.
Chatarra muerta y máquinas muertas, sin cruces, sin mausoleos, hacían recordar a todos aquellos que murieron allí y los que lo hicieron muy lejos por sus embajadores de la muerte.
Lleno de culpas ajenas, con la vergüenza inundando el espíritu, llegué a la puerta del hangar, oscuro y lóbrego, donde mis ojos tardaron en adaptarse a la tenue luz que surgía de un rincón. Un reducto con barricadas de madera y chatarra había conseguido hacer más acogedor un espacio protegido del viento, del frío de las almas y acogía en su seno a un desharrapado hombre sentado sobre un asiento de vuelo. La seda de un paracaídas hacía a la vez de Jaima y de cortinaje, de abrigo y refugio de vida, vida entre tanta muerte…
Una herrumbrosa lata servía de estufa en la que ardía el queroseno que me había llevado hasta allí. Y con una triste mirada en sus ojos me dijo: ¡yo fui un piloto que bombardeó a su pueblo!. Por eso no tengo patria, ni pueblo. Sólo me queda esperar tranquilamente a que me llegue la muerte para poder pedirles perdón.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

9 respuestas a “AROMA A QUEROSENO”

  1. Irlanda, el complejo de culpas ajenas viene desde que nos educaron en el pecado original…así que aún sin haber hecho nada para colaborar en un crimen, permanecemos impasibles ante demasiados actos criminales, como para no sentir al menos vergüenza de estar mudos.

  2. Triste, pero muchas veces cierto, el sentido de culpabilidad por haber hecho algo que no esta dentro de nuestros principios hace que solo esperemos la muerte, para sentirnos, no tan culpables, como si con ella, limpiaramos nuestros hechos.
    Y que conste que no hablo de mí, pobrecita yo que soy un angel con un ala rota…es broma, soy muy normalita.

    Más petones, a este domingo le he robado unos minutos para visitar mejor tu Blog.

  3. Lucas, no te pases… Que el cariño a veces nos ciega y no somos nada objetivos. A veces ya sabes que no era tan bueno, para algunos indeseables a los que les regalaba las miserias que nos iban arrojando a todos nosotros, envueltas en papel escrito por mí. Si has descubierto una nueva forma de aumentar el sentimiento puedo decirte que yo también tHe quiHero, porque eres un gran Hamigo, un tío pHenomenal y desde ahora habría que cambiearte el nombre por lHucas. 😉

  4. Hola Carlos
    Eres un fenomeno como escritor, como persona y como compañero
    estoy horgulloso de ser tu amigo
    Cuenta con la loteria, aun no se el nº, ya te mandare un mensaje
    un abrazo
    lucas

  5. J.L., me alegro de haberte hecho recordar a tu abuelo. Imagino que tuvo que ser muy duro de asimilar para todos ellos, desde cualquier parte del frente de donde salieran. Por ello escribí este pequeño relato, para honrar la memoria de todos los muertos, por lo absurdo de una guerra que acabó haciendo miserables a los justos, y en la que todos perdimos parte de nuestro honor y luego a olvidar cuanto antes para poder vivir con nuestros remordimientos…

  6. Hermoso relato, Carlos.
    Yo, los conocí.
    Entre ellos estaban mi abuelo y sus amigos, pilotos de una guerra entre hermanos y entre amigos.
    Pero te aseguro que no solamente padecieron ellos por las misiones realizadas, sus familias también lo padecieron ya que nunca, aunque sé a ciencia cierta que lo intentaron, nunca volvieron a ser los mismos.
    Hace ya años que fallecieron todos, se reunían en Barcelona en un restaurante en Paseo San Juan, vestidos con su uniforme de la época, orgullosos de poder llevarlo, después de tantos años de castigo, y al fin reconocida su trayectoria militar por los nuevos gobiernos actuales.
    Solamente me queda el sable de mi abuelo y el recuerdo.
    JL

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