El uniforme nocturno

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Una de las cosas más importantes para cualquier persona que viaja por obligación es tener un alojamiento decente donde poder descansar.

En el caso de las tripulaciones aéreas es además una necesidad consustancial a su propia actividad, ya que pasamos más tiempo en los hoteles que en nuestras propias casas. Además hay que cumplir con los descansos reglamentarios que en muchas ocasiones se ajustan al mínimo legal, así que estamos deseando llegar al hotel para poder dormir unas seis horas de «tirón».

En cierta ocasión me ví forzado a una serie de cambios de la programación  que me hacían cambiar el destino final de mis vuelos en ciudades diferentes a la inicialmente prevista. Después de varios cambios de rotación se decidió que finalmente acabaría durmiendo en Madrid en lugar de en Barcelona.

Como estos cambios fueron «ajustados» a lo largo de todo un día insistí hasta la pesadez, que se tuviera en cuenta la reserva de hotel, ya que llegaría a Madrid hacia medianoche, y tenía que estar en el aeropuerto a las diez de la mañana siguiente para seguir con mis vuelos.

Cuando llegué a Madrid nadie tenía constancia de que tenía que dormir allí, así que empezó un penoso proceso de búsqueda de alojamiento para un piloto que llevaba más de dieciseis horas de actividad. Vamos que había hecho el doble de jornada  que un trabajador digamos que «convencional». Para más «divertimento» Madrid celebraba una importantísima Feria de no sé que. Tan importante era que no había una sola plaza hotelera; ni siquiera en los hoteles más lujosos y caros de la ciudad.

Vista la situación y tras el monumental cabreo que me pillé, decidí no alterarme más e intentar pasar el trance de la mejor manera posible. Debo agradecer a las personas de la compañía que estaban acabando su turno en las dependencias de la terminal quienes, a título personal, me ofrecieron una cama o un sofá en sus propias casas. Lógicamente rechacé dichos ofrecimientos.

La solución que tomé fué la más practica. Me alojé en los asientos de la terminal de Barajas, como cualquier pasajero que se haya visto obligado a pernoctar en las mismas condiciones. Sin embargo el punto diferencial fué que yo me instalé totalmente preparado para pasar una magnífica noche. Me puse el pijama de rayas, las zapatillas de casa o «pantuflas», incluso acomodé una mesita de noche con la maleta sobre la que puse los útiles habituales, el despertador, un transistor que suelo llevar siempre y un libro hasta que me entrase el sueño. Eso sí tuve la precaución de extender el uniforme para que se aireara y no se arrugara y sobre todo para que se viera muy claramente el nombre de la compañía a la que pertenecía. Hice una magnífica «campaña de imagen». El espectáculo fué sonado. Las caras de los que me vieron eran de asombro total, más de uno creería que se trataba de una cámara oculta. Pero la realidad muchas veces supera a la ficción.

Finalmente cerca de las 2 de la madrugada me llamaron para decirme que se había solucionado mi alojamiento y me mandaron a un hotel. Al día siguiente me enteré de que habían llamado a todas las azafatas que se encontraban durmiendo en dicho hotel  y una de ellas había librado la habitación yéndose a dormir con otra compañera. Gracias a estas dos chicas dispuse de cama, pero os puedo asegurar que si yo lo hubiera sabido, no habría dejado que molestaran a nadie y mucho menos que de madrugada hubieran de hacer la maleta y compartir habitación.

Este caso sirvió para concienciar a mucha gente de la importancia de tener un sitio para descansar. Siguió habiendo algun incidente menor, pero en cualquier caso yo tenía muy claro que si me volvía a ocurrir algo parecido iba a salir en la televisión con el «UNIFORME DE NOCHE». 

3 respuestas a “El uniforme nocturno”

  1. Una lástima pero no tengo fotos. Casi mejor porque no veas la cara que tenía. Cuando llegué al hotel y el recepcionista me saludó con un: » buenas noches Sr…» casi me da un «ataque de caspa». Le dije que no me tratara de Sr. puesto que lo que me habían hecho sentirme era de todo menos un señor. Era un «homeless» , un «clochard», «marginado», «vagabundo», «miserable», «pringao» ,etc. y al día siguiente, cuando coincidí en el desayuno con la chica que me había dejado su habitación, me di cuenta de que había actuado también de «okupa».

  2. Tenías que haber llamado a alguna televisión para decir que en el aeropuerto de Barajas había un piloto descansando en pijama, seguro que la noticia volaba por los aires de todo el mundo.
    Incluso la compañía a la que pertenecias os ponía una cama dentro del avión, al igual que llevan todos los grandes camiones y hoy en día existirían los aviones con literas (ya los hubo pero al viajar más rápido se abandonó la idea).

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