Empleados incómodos

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(autor)

A la hora de asumir tu papel en el complejo entramado de una empresa, perdido en lo que se conoce como la plantilla, debes elegir la forma en la que quieres y vas a relacionarte fundamentalmente con tus jefaturas.

Cada cual las interpreta según su manera de ver la vida y de entender su trabajo. Pero también depende de con quien tengas que establecer un vínculo de subordinación.

Cuando crees que has optado por una determinada actitud siempre hay algo o alguien que te «descoloca» y entonces se disparan tus alertas de tal manera que te ves obligado a reaccionar ante lo que consideras un síntoma de irresponsabilidad en la gestión.

Uno de mis mayores defectos como trabajador por cuenta ajena, en cualquiera de las empresas en las que he prestado mis servicios,  fué creer que conforme transcurriera el tiempo , los hechos consumados habrían de confirmar mis teorías, y mis desvelos por mejorar el sistema desde una posición de firmeza, acabarían dando el resultado apetecido, estableciendose unos parámetros de actuación acordes con el objetivo deseado: Eficacia y seguridad.

¡Qué equivocado estaba!. En efecto conseguí labrarme un prestigio profesional y ser respetado y valorado a nivel popular, pero a la vez me beneficié de ser considerado un «peligro» para determinados intereses particulares.

En uno de mis periplos para evitar males mayores, me ví forzado a ir más allá de lo prudente y transmitir mis inquietudes a alguien cuyo rango en el organigrama iba más allá de la propia dirección. ¡Qué cosas!, un mero empleado dirigiendose directamente al núcleo, al centro neurálgico, donde todo se decide sin implicarse con los trabajadores.

Una conversación distendida, amigable y llena de información sustanciosa sobre cómo se administraban algunos departamentos, de la falta de firmeza en la toma de decisiones dolorosas y sobre todo de cómo algunos ambiciosos son capaces de extraer beneficio particular cuando el control se deja en manos de quienes no son dignos de la confianza que en ellos se ha depositado. El resultado: Un Director General que decidió dedicarse a otros empeños y presentó su dimisión  por «razones personales», justo una semana después de la charla…

Algo de razón debía de tener y sin embargo creo que nunca me alegré de que mis sospechas estuvieran tan bien fundadas como para lograr un efecto tan fulminante.

Al cabo de los años consideré que había errado en las estrategias. Un trabajador de una empresa debe de dedicarse a su trabajo, hacerlo bien y ser rentable para garantizar el puesto de trabajo en la medida en que la economía lo permita. Pero las labores de consejería, de gestión y de dirección, dependen de quienes están contratados para ese cometido. Y eso se paga bastante bien, siempre y cuando la cuenta de resultados sea lo que se espera.

Pero cuando me dí cuenta de esto ya era demasiado tarde, estaba puesto en el «target» del sistema de disparo automático…

A todos una sabia recomendación que me hizo un riojano auténtico:

» ¡ATA LA MULA ANDE MANDE EL AMO; AUNQUE SE AHORQUE… ! «

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

11 respuestas a “Empleados incómodos”

  1. ¡Cuánta razón en tus palabras!. Obviamente es una parte de suerte y otra de buena voluntad. Pero cuando la voluntad está dirigida al beneficio propio y no se repara en que lo que hay detrás de un trabajador es una persona, entonces es lógico que la mula suelta alguna coz de vez en cuando…antes de verse ahorcada por culpa ajena. Un beso LaMima.

  2. Esto debe ser cosa de etapas…y de jefes, que tiene su importancia.
    Uno puede limitarse a ser un empleado que cumple esctrictamente sus obligaciones y no está mal, al fin y al cabo te pagan por eso, pero a veces te tienes que oir aquello de: «¿como no me lo habías dicho?» de boca de la misma persona que antes dijo con toda su flema «no pienses, que no te pago para pensar» si le has torcido el morro a alguna orden sin sentido.
    El entusiasmo se evapora muchas veces al calor de la incompetencia, y cuesta a veces mantenerse frío y obedecer a la conciencia de uno.
    Difícil elección..y no creo que haya método infalible para superar eso. Desgraciadamente estamos en manos de la suerte: sobre todo la de acertar en la persona y el momento en que «excedemos» nuestras obligaciones.
    Uf, me están viniendo a la mente demasiados ejemplos….
    PD Es la segunda vez que leo esa frase de la mula en poco tiempo. Me encanta, jaja

  3. Vito, enorme esta disertación sobre la tontuna que nos rodea. Lástima que el mundo funcione así. Siempre he preferido a los malvados de cara, al menos no te pegan con la faca por la espalda y estás prevenido. Mientras que los insensatos a los que te refieres se visten de pieles y perfumes que disimulan el hedor a lobo que emanan. (con perdón para los lobos).

  4. El gran Castellani establecía una clasificación de los tontos en cinco grupos, atendiendo al grado de conciencia que tenían sobre su cortedad de ingenio, que eran los siguientes: 1) Tonto a secas; esto es, ignorante. 2) Simple; esto es, tonto que se sabe tonto. 3) Necio; esto es, tonto que no se sabe tonto. 4) Fatuo; esto es, tonto que no se sabe tonto y además quiere hacerse el listo. Y 5) Insensato; esto es, tonto que no se sabe tonto y encima quiere gobernar (o hacer que gobierna) a otros. Y concluía que esta última categoría de tonto era la verdaderamente peligrosa y siniestra, más peligrosa aún -añadimos nosotros- que la categoría de los malvados; pues el malvado obra mal a sabiendas, con premeditación y alevosía, a diferencia del insensato, que obra mal pensando que obra bien. Además, el malvado, cuando llega a gobernar, lo hace ocultando a quienes lo han encumbrado sus verdaderas intenciones, de tal modo que, una vez descubiertas, puede ser depuesto. Pero al insensato lo encumbran los ignorantes, a quienes conduce fatalmente a su perdición, sin que éstos reaccionen.
    (Lo he copiado de un artículo de Juan Manuel de Prada publicado en ABC el 13/04/08 titulado «Insensatez y Maldad»).

  5. Fer, casi casi has acertado. A mis compañeros les decía quei iba de Legionario español, con la camisa abierta y a pecho descubierto. Creo que no tienen nada que envidiar a los marines americanos.
    En cuanto a las estrategias yo nunca busqué el papel que me tocó asumir, ni siquiera fuí de martir de causas perdidas. Pero cuando te quedas solo ante el peligro porque los demás te han dejado con el culo al aire, sólo te queda un camino… hacia adelante. Pero no abrí ninguna caja, simplemente había un depósito de mierda abierto al exterior, así que todo el mundo que pasaba a su lado volvía la cara y se tapaba la nariz. Yo sin embargo cogí una palita y un cubo de playa para ir quitando algo de suciedad mientras llegaba la maquinaria pesada. Sólo evité meterme en el montón de mierda y sin mancharme las manos.
    Se trataba de vidas humanas que había que proteger…por encima de mi propio bienestar.
    Nunca he sido traicionero con nadie, aunque me convirtieran en un orador sobre una tarima. Aprendí mucho de las guerrillas y me replegaba a mi madriguera a invernar. Así que te garantizo que me convertí en un especialista del contraespionaje y utilizaba a los escarabajos peloteros como correos involuntarios… Gracias por los consejos, pero cada uno tenemos nuestro caracter y estilo de combatir. Le haré llegar tus saludos a Lamia.

  6. Indudablemete las injusticias y malas gestiones deben combatirse. La salvedad a tu experiencia es que aunque en un ambiente distendido, fuiste «TU» el que abrió la caja de los truenos, es lo malo de dar la cara, que te la parten sin contemplaciones. Actuaste tipo comando yanki, de frente y sin trincheras, creo que en el ambito laboral, más aún si tu puesto te interesa y no estas dispuesto a perderlo se impone ser mas sutil y actuar tipo francotirador, un tiro por aqui, otro por alla, sin aseverar ninguno de tus «comentarios que has oido por ahí». Funciona mejor. Lo sé puesto que alguna vez me ha servido el metodo. Un saludo a todos los bloggers y a Lamia en especial.

  7. Lamia, y lo hice. No sólo lo hice sino que lo dije. Y no me arrepiento porque desde el mismo día que se firma un contrato indefinido adquiere el carácter de temporal. Hasta que alguien de las partes decida hacerlo trizas. El resto son siempre historias…

    Suco, cuando la responsabilidad se extrapola más allá del cumplimiento del deber, se entra en una espiral de juego maquiavélico, en el que no basta con tener razón, sino en cómo desacreditar al que la tiene. En esa partida contra los ventajistas tienes todas las de perder. Salvo lo único que de verdad te acompaña siempre, TU CONCIENCIA. Aunque hay demasiados inconscientes sueltos por ahí, y lo que es peor, mandando.

  8. Yo creo que siempre hay que intentar hacerlo lo mejor que se pueda, y si se observan fallas y se quieren arreglar, es casi un deber hacerlo. Otra cosa es que las consecuencias de proponerlo/hacerlo se puedan volver contra uno.

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