Hablar de tú al Ilmo. Sr.

¡Ni se me ocurriría!, ya que siempre respeto la dignidad que lleva asociada un cargo y por tanto a la persona que lo ostenta, aunque sea inmerecidamente.

Voy a hablar de cosas antiguas, de allá por el año 1987… momento en el que el boom de compañías de aviación se estaba empezando a dejar notar y hacían falta más profesionales de todos los ámbitos de los que había disponibles en el mercado.

Los antecedentes venían ya de tiempo atrás y seguíamos teniendo la misma disposición que la actual entre los pilotos, TMA’S, controladores y la administración del Estado. Más o menos esto es lo que tenía que oirse el entonces Director General de Aviación Civil, Don Pedro Tena: «la huelga de celo…» como habeis podido ver era un artículo de El Pais de fecha 07/11/1984.

Hacia finales de 1987 había habido en la ENA un elevado número de personal que había sido contratado por compañías que estaban iniciando su andadura o que preveían el desarrollo vertiginoso que iban a experimentar. Ello hizo que varios profesores de vuelo y mecánicos cambiaran un sueldo poco llamativo por otro mucho más sustancioso en la aviación privada. Así que como resultado de ello, conseguir volar a diario era algo más que una utopía para los alumnos de las promociones que entonces estábamos allí (VIII, IX, X y creo que la XI ya estaba allí o habían aprobado su ingreso).

Cuando no faltaban aviones por escasez de mecánicos, no había profesor porque las bajas de unos tenían que acoplarse en los grupos de vuelo de los que quedaban, o bien el tiempo impedía realizar determinados vuelos durante la fase de instrucción. Por tanto el tiempo de permanencia como alumnos de la ENA se alargaba día tras día y nadie podía prever cuándo iríamos completando las horas necesarias para obtener el Título de Piloto Comercial de 1ª Clase, con el que se nos reconocía la formación recibida.

La ENA pues se enfrentaba a un tremendo problema de continuidad. Por un lado era necesario seguir formando pilotos a un ritmo mayor del que se había ido produciendo, pero por otro las perspectivas laborales de los profesionales que estaban allí se habían hecho mejores fuera de la ENA, así que cabía esperar una marcha masiva de todos ellos…

Evidentemente el problema resultaba complejo, puesto que en la administración los salarios máximos no podían ni de lejos competir con los que se ofrecían fuera. Así que se constituyó una comisión permanente de estudio y análisis para tratar de salvar la maravillosa Escuela de Pilotos Civiles.

Dicha comisión se reunía más o menos una vez al mes y en ella estaba el mismísimo Director General, varios altos directores de la DGAC, creo recordar que el de infraestructuras o medios materiales, tal vez de personal o el de Licencias y títulos. Siento no poder ser más exacto, porque para mí eran entonces algo que se escapaba de una mente joven y quedaba apabullado ante los que para mí eran los máximos dirigentes de lo que yo había deseado siempre.

En esta comisión lógicamente estaba también la propia ENA, con su Director, el Jefe de Vuelos, el Jefe de Estudios, el Jefe de Mantenimiento, representantes sindicales y un alumno

Ese alumno no debía ser yo, ya que nuestro delegado general era otra persona mucho más diplomática que yo, pero el azar quiso que a alguna de las reuniones tuviera que asistir el subdelegado, mucho más bruto que aquél y más intransigente, o sea un servidor

Desde el momento en que me ví rodeado de tanta gente importante sentí cómo un pobre chaval de Zaragoza, de familia humilde, había ido a parar allí, con ese nivelazo de cargos y con la sensación de que no tendría nada importante que decir a ninguno de ellos. ¿Qué podría aportar yo?.

Se abrió la reunión dando lectura al acta de la anterior, aprobación y rúbrica de la misma y se iniciaron los puntos del día. La oferta entonces fué que se iban a facilitar las instalaciones de la ENA, los aviones de último Nivel (King Air C-90) y el mantenimiento que garantizara la disponibilidad de dos de ellos a diario para uso de entrenamiento de pilotos de… ¡LUFTHANSA!.

El contrato ya estaba casi definido y el rendimiento económico de ese alquiler se intentaba vender como algo que garantizaría la supervivencia de la Escuela. ¡Cielos!, si precisamente lo que necesitábamos era que todo el personal disponible estuviera por encima de su capacidad para poder dar salida a la cantidad de alumnos que estábamos «atascados» sin poder volar más que alguna que otra hora suelta…

Obviamente tras esta oferta tan generosa, los responsables (subordinados) de la ENA, manifestaron su disconformidad de manera más o menos acertada, pero unánimemente apostaron por demostrarle al Director General que aquello no era posible. Sus razonamientos eran de todo tipo y doy fé de que se comportaron como auténticos caballeros en beneficio de su querida ENA. Ellos habían abandonado el ejército para quedarse como instructores civiles, perdiendo un montón de beneficios y sobre todo porque creían en ese proyecto de manera ciega y muy emotiva.

Alguno de aquellos altos directivos de la DGAC intentó convencernos de las bondades del acuerdo de manera menos emocional pero igualmente decidida. Yo mientras tanto asistía como convidado de piedra recibiendo las miradas del jefe de vuelos, del director de la ENA, esperando a ver cuándo saltaba el Sancho, y en cierto modo animándome a hacerlo, ya que los alumnos dependíamos totalmente de aquel disparate para acabar nuestra formación lo antes posible. Pero yo, como el que oye llover…

Así que las argumentaciones pasaron a ser algo más vehementes y no parecía que aquello pudiera tener un punto de acuerdo. En ese momento se le hinchó la yugular al Sr. Tena y dijo más o menos literalmente: «como sigais tocándome los cojones así, CIERRO LA ESCUELA»…

Imaginad la cara de todos, aquello era una pura mezcla de frustración de impotencia y de auténtico disparate. Sólo hubo una persona que se atrevió a decir algo: «Con el debido respeto, pido permiso para retirarme de la reunión». Por fin Sancho había hablado, pero no para decir lo que esperaban… así que el Director General, algo más sosegado se quedó un tanto perplejo al ver que los más afectados incialmente querían abandonar su plaza de honor en tan magno acontecimiento y me preguntó: «¿por qué quieres marcharte, es que no os importa esto?».

Y le dije, claro que nos importa señor, y mucho. Tanto que he sido enviado aquí en nombre de un montón de personas que sólo queremos acabar cuanto antes nuestra carrera. Pero yo creía que venía a una reunión para solucionar los problemas que le han planteado los representantes de la ENA, sin embargo Ud. nos ha dicho claramente que las decisiones las toma de manera que no importan las opiniones del resto de implicados, por lo que creo que estoy perdiendo el tiempo asistiendo a esta reunión y no tengo nada que aportar para hacerle cambiar de opinión. Así que les ruego me permitan abandonar la sala.

El que hacía las veces de secretario en la misma hizo una consulta a todos para ver si era momento de tomarnos un descanso y se aceptó con alivio por parte de todos. Al salir al pasillo de camino a la cafetería la mirada de mis profesores era de gratitud, mientras que los políticos comenzaron a hacer su trabajo de «pasillos», uno me echó la mano al hombro, otro me decía que no debía abandonar, otro que si mira Sancho que os jugais mucho…y bla,bla,bla…

Sinceramente no me podía creer lo que estaba viviendo, un grupo de altos funcionarios comiendole el coco a un pobre chaval que les había dejado con la palabra en la boca. Inaudito. Sabían que a mí no me podían represaliar como a los miembros de la ENA, cuya dependencia laboral les hacía tener que callar ante semejante atropello. Pero a los alumnos lo único que nos ocurriría si cerraban la escuela era que tendríamos que acabar las horas de vuelo en cualquier rincón del planeta que fueran más económicas. Pero el resto se jugaba el puesto de trabajo y alguna represalia más si insistía en llevarle la contraria al Ilmo. Sr. Director Gral.

Todos sabíamos que era de todo punto imposible que lo hiciera, ya que no sólo era el centro de instrucción, sino que además era donde se tenía que convalidar cualquier licencia de aviación pasando el preceptivo examen de vuelo. Pero sí que era posible dejarlo sólo en eso y por tanto desaparecer como escuela…

En fin, tras el «coffee-break» la sesión se reanudó eternamente, palabrerío, rencillas, acusaciones, etc. hasta que próximos a las 15:00 alguno del ministerio dijo: «chicos que tenemos el cochinillo esperando en Peñaranda». Y sin más ni más se levantó la sesión quedando emplazados para el siguiente mes, en que volvería a reunirse la «comisión de estudio para la supervivencia de la ENA».

La magnífica labor de esta comisión quedó reflejada en dos aspectos muy destacados:

– Lufthansa vino a volar a la ENA poco tiempo después.

– La ENA desapareció un par de años después y se convirtió en SENASA.

Y colorín colorado ¿este cuento se ha acabado?… para mí que no tiene fin. Así que para historias más imaginativas os recomiendo la lectura de una maravillosa obra: «LA HISTORIA INTERMINABLE» de Michael Ende. El resto que he contado no es ficción y lamentablemente debo recordar a dos buenos pilotos que fallecieron después del tiempo y que habían sido parte importante en esa comisión. El director de la ENA, José Luis Gordo, que falleció en accidente de avión pilotando un SAETA y el entonces jefe de vuelos, Juan José Cabrejas, a quien personalmente le debo mucho y que tuvo que luchar contra un cáncer al que no pudo vencer tampoco.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

2 respuestas a “Hablar de tú al Ilmo. Sr.”

  1. Claro, chaval, si quieres que algo no se resuelva nunca ¡crea una comisión!, pero eso tú ya lo sabías

    Como nadie ignora, las negociaciones efectivas se hacen de otra manera, de tú a tú y en ambientes muy distendidos (servicios sexuales incluidos a ser posible)

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