Inseparables

Hoy tengo ya un poco menos de cansancio, y más agujetas, pero el cerebro está «a punto» después de haber remado y navegado en grupo por el río.

Como veis ilustro la entradilla con unos pajarillos que son inseparables, estos agapornis africanos que se han instalado en Xerta, al cuidado de Carlos en el Alberg Assut.

El porqué de su presencia es muy lógica si continuais leyendo esta experiencia de navegación profunda…

Subirse a la canoa, comenzar a remar y dejarte llevar blandamente por la poquita corriente que mueve al río, se va convirtiendo, sin darte cuenta,  en una navegación mucho más profunda a tu zona oculta, a tus sentimientos y a tu ser primitivo, porque cualquier viaje en superficie acaba en un viaje interior en el que el río se convierte poco a poco en metáfora de vida («Nuestas vidas son los ríos, que van a dar a la mar…» Jorge Manrique en coplas a la muerte de su padre).

Comienzas fresco y fuerte,  quieres remar y remar para ir descubriendo los sotos, los pájaros y los cortados de roca. Disfrutas de la naturaleza «casi virgen» que te rodea y a cada palada que das te encuentras metido de lleno en el sonido del río, en el viento suave que mueve el hierbaje y alivia el sudor del esfuerzo. Es entonces cuando llega un momento del paseo en el que te sientes acoplado y armónico con el entorno. Has bajado el ritmo de tu fluir cotidiano y estás ahí, fluyendo a merced de la corriente y de tu esfuerzo para continuar avanzando hacia el mar. Es el momento fluviofeliz.

Conforme la pala entra en el agua una vez, otra, otra más… , paladas y más paladas, la piragua te lleva un paso adelante hacia tu meta del día, un objetivo asequible que cada vez sientes más lejos, porque el cansancio que vas acumulando te hace darte cuenta de que tú también tienes un límite, aunque nunca sabes cuál es. Ya sólo te preocupas por llegar antes de que te abandonen esas fuerzas que ves mermar con cada palada nueva que te empeñas en dar.

Sopla el Garbí, de repente, violento e intenso, levantando olas pequeñas, poniendo peldaños en lo que era un camino liso, y que te empuja contracorriente, haciéndote sentir que  no vas a poder con él. Pero le vences, aunque te tire al agua, porque no estás solo. Alguien te echa una mano amiga, y te sube a la piragua, te pregunta qué tal estás y se queda contigo para darte lo mejor que tiene de sí mismo, y te arrastra con su fuerza hacia él y hacia el grupo, ése que habías mantenido a la vista continuamente y que estaba a tu lado mientras remabas absorto en tus cosas y embriagado de sensaciones.

El grupo, su fuerza es inmensa, tira de ti como una locomotora hasta que  vuelves a unirte a él. Es el ¡acoplament!, la reunión. Desde fuera es un amasijo de canoas, de gente ajena a tí hasta que no te has metido en el río. Y entonces es cuando te das cuenta de que tu viaje interior tiene que acabar ahí. Tienes que volver a ser uno con todos los demás, porque es el grupo el que te da la fuerza que ya no tienes y esa palabra de ánimo de uno más fuerte que tú te lleva a seguir su popa, te marca el rumbo a seguir y la tuya invita al otro a seguirla también de cerca.

Has encontrado ya tu sitio en el río, has saboreado palmo a palmo el regusto del agua en tu boca, has dejado de lado cualquier diferencia, tus mitos propios, tu vanidad o tu ego, porque te integras en algo más importante que el YO, que el TU o que el VOSOTROS. Has construido un grupo sólido y solidario, generoso con todos sus componentes y te integras en él de una manera natural, sin reservas y sin prejuicios. Ahí has llegado a la meta del viaje, porque desde ese momento has dejado en el agua casi todo el barro que te cubría el alma. A partir de ahí es fácil, sólo consiste en remar, en llevar y ser llevado. Y te conviertes también en INSEPARABLES.

Ahora ya entiendes perfectamente aquello que J. Manrique decía…

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nacemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que cuando morimos

descansamos.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

4 respuestas a “Inseparables”

  1. Cinta y Carlos, ¿encima me dais las gracias?. ¡Sí fuisteis vosotros los que me disteis hecho el artículo!. Me enseñasteis lo que es una pareja de agapornis, vosotros mismos, me disteis asilo y comida, me disteis cariño y paz. Y encima me dais las gracias. En fin, os aseguro que yo me llevé de allí mucho más que lo que soy capaz de contar. GRACIAS a vosotros por haber creado ese nido en un hueco…

  2. carlos, gracias por deleitarnos con tus escritos… y por esa descripción de la navegación por el río con el grupo, de «l’acoplament», del descubrir de la naturaleza y de uno mismo… y de los inseparables, de nuestros agapornis q, al fin y al cabo, os terminan por representar a todos… un abrazo. alberg assut

  3. Youtube videos, son muy simpáticos y da gusto ver cómo revolotean continuamente buscando su contacto permanente. Ojalá que los humanos supiéramos hacerlo así, acompañando a quien nos necesita siempre a su lado.;-)

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