Temporada de otoño

 

 

Cuando llega el otoño aprovechamos para subir al Pirineo y ver cómo los árboles mudan el color verde por ocres y rojos. Algún año hasta encontramos hongos o setas, pero nos reunimos en familia a preparar una nueva campaña turronera.

Cogemos los bártulos y nos echamos literalmente al monte, buscando siempre compartir un fin de semana juntos y disfrutar de la naturaleza y todo lo que ofrece. Hemos ido ya unas cuantas veces a la que ya consideramos «nuestra casa», la Posada de Villalangua, en la que Pilar e Isidoro se desviven por sus huéspedes y nos regalan todo lo bueno que tienen, con cariño y mucho trabajo que les damos los 22 que les «asaltamos».  Y encima nos colocan en su blog

El de las alas de plomo va todo el día con su camarita compacta, intentando captar lo que va sucediendo a lo largo de dos intensos días de actividad apta para todos los públicos. Así que comenzamos en Verticalia para que los más jóvenes e intrépidos pudieran pasearse a unos metros del suelo, entre puentes colgantes y tirolinas, mientras el resto observábamos Murillo de Gállego con el telón de fondo de los siempre impresionantes Mallos de Riglos, desde los que los buitres nos miran en silencio dando vueltas, yendo y viniendo, sobre nuestras cabezas.

Después de la comida un poquito de «puenting» para favorecer la digestión. Claro que ahí sólo participamos como «mirones», pero más de uno nos quedamos con las ganas de saltar desde el puente de Murillo hacia el Gállego… algún día es posible que estemos suspendidos de él, ya veremos.

El sábado lo acabamos disfrutando de la cena riquísima y alguna que otra risa, y este año bailando con ISI DJ… que luego se transforma en astrónomo y nos acerca con su telescopio a ver Júpiter y sus satélites. (cosas de la posada)

El Domingo toca alguna visita-excursión para descubrir cosas curiosas de nuestra tierra, como los Aguarales de Valpalmas, testigos de veinticinco millones de años de erosión, y que crean un mundo en el que la arcilla se modela a su antojo ayudada por las aguas de lluvia que este año se han hecho tanto de rogar,  y que ha hecho que los pantanos y embalses presentan un aspecto tan seco como las propias cárcavas del aguaral.

Parar en Ayerbe para comprar sus deliciosas tortas es también una obligación pero darse una vuelta por sus calles te lleva a rememorar un pasado noble, con casas blasonadas y el palacio de Ayerbe (De los Marqueses de Urriés) cuya parte trasera sigue pidiendo un poco más de restauración, la torre del reloj marcando la hora de mediodía y la memoria de Don Santiago Ramón y Cajal que permanece anclada en el pueblo donde su padre ejerció como médico durante la infancia de nuestro insigne Nobel.

Aragón con la mochila, con zapatillas y con algo de ganas de recorrerlo tiene suficiente atractivo como para echarse al monte y descubrir todo eso que te espera a cuatro pasos de casa.

 

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

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