Hoy aprovecho que no nos ha tocado nada en el sorteo del Euromillón para contaros un hecho real sobre las esperanzas depositadas en la lotería. No es por consolar a nadie, puesto que no hay nada de lo que consolarse. Lo más bonito de las ilusiones es que existan. Basta con que recordemos cómo nos sentíamos de niños esperando a los Reyes Magos.
Ahora, cuando la mayoría de nosotros disfrutamos de una serie de bienes impensables hace muy pocos años, tenemos nuestros hogares llenos de «comodidades», desechamos alimentos porque «no nos gustan», tenemos los armarios llenos de ropa que no necesitamos y que se nos pasa de moda antes de usarla unas cuantas veces, cambiamos de coche antes de que tenga que ir dos veces seguidas al taller, en fin que nos hemos hecho ricos sin darnos cuenta de todo lo que tenemos y nunca estamos satisfechos. Por ello seguimos jugando a las loterías de manera irracional.
Ayer mis amigos de Z 13 lotería me confirmaron que el volumen de venta habitual para el sorteo del euromillón se había duplicado en su Admon. Probablemente en otras con mayores ventas haya podido triplicarse. ¿Qué os parece?.
A lo que iba, hace ya bastantes años, mi madre jugaba un décimo para el sorteo de Navidad. Como familia trabajadora que éramos ella administraba el sueldo ganado por mi padre haciendo verdaderas «filigranas» financieras para cubrir las necesidades de todos. (Los vicios a parte). Mi hermano y yo contribuíamos con nuestras chapucillas para sacar unas pesetas extras con las que financiar nuestros caprichos. Trabajábamos durante los veranos como camareros, el resto del año seguíamos haciendo de extras en la BBC (Bodas, Banquetes y Comuniones), con la tuna pasábamos «el parche» que servía para financiar nuestras «cuchipandas» y en mi caso me hinché de dar clases particulares de lo que salía, Matemáticas, Física, Química o Inglés. Una familia normal.
Mi madre quería que le tocara para darnos más oportunidades en la vida de las que los niños de la posguerra habían tenido, así que deseaba que le tocara la lotería y lo hacía con fe.
Estábamos haciendo un repaso de nuestros deseos y tuvimos que ponerlos en una lista para no olvidarnos de todo lo que haríamos si nos tocaba: Un buen piso, un apartemento en la playa, otro en la montaña, coche, moto, lancha, viajes, etc.,etc.,etc.
Al traducir a pesetas lo que «queríamos» vimos que era imposible sufragar tanto con tan poco premio, así que tuvimos que reducir gastos. Fuera lancha y moto. Así tampoco llegaba. Fuera apartamento de montaña y coches de lujo. ¡Tampoco!. A la playa iríamos a hotel o apartamento alquilado. ¡Que si quieres!. Para un piso nuevo no llegaba (ni siquiera entonces se podían comprar pisos con el gordo de Navidad), así que llegamos a la conclusión de que poco podíamos hacer aunque nos tocara y que realmente no necesitábamos nada que no tuviéramos ya. Fué una maravillosa sensación darnos cuenta de que, aun siendo humildes, teníamos todo lo que puede necesitar una familia normal.
Desde entonces sólo juego a la lotería en Navidad, con la ilusión de poder dar el gordo a quienes me rodean, de vez en cuando hago la primitiva y alguna quiniela. Pero desde entonces sigo disfrutando del mismo ejercicio que me enseñó mi madre: Lleno mi cabeza de grandes proyectos con el premio y voy eliminando todo lo superfluo que he «comprado». Al acabar doy un profundo respiro y me siento muy afortunado con todo lo que la vida me ha ido dando.
Amén.
Yo tampoco tengo fe en el azar…al menos para nada bueno. No confío para nada en mi suerte.
Por eso nunca he esperado hacerme rica jugando así que me limito a la Lotería de Navidad, que es un clásico como el turrón. Y te aseguro que si pudiese evitármelo lo haría….
Yo soy de las que espera tener el dinero suficiente para no preocuparme por el dinero, ya sabes.
¿Ilusión?, bueno, no ocupa sitio.
Yo nunca juego ni a la lotería, ni la primitiva, ni nada de nada.. Siempre he creido en el esfuerzo personal como forma de progresar. Yo también di clases particulares, yo también ejercí de frutera ocasional de fin de semana, enseñé música a niños pequeños… Y todo para poder costearme algunos caprichos que mi madre no podía permitirse (viuda con tres hijos estudiando). Por eso, a lo largo de los años, he llegado a la misma conclusión que tu. Soy feliz porque tengo un techo (pequeño) bajo el que cobijarme, un sueldo (no indefinido) que me permite afrontar mis gastos, y, sobre todo, un hijo que me alegra cada mañana y que todas las noches me confirma en la idea de que la vida merece la pena.
Amén también.
Pues si todavía quieres todo eso habrá que seguir jugando.
Bonita historia. Es cierto que no nos damos cuenta que muchas veces de que somos «ricos» con lo que tenemos.
Bueno, y volviendo a lo del premio, que mala suerte, y que pasa ahora con mi yate, mi apartamento, mi cochazo, mi vuelta al mundo, mi….