Primer punto : NO ME GUSTA EL FUTBOL. Claro que tampoco me gustan otros deportes y por lo tanto no los sigo, ni mucho ni poco, o sea NADA. Pero a pesar de ello no puedo evitar enterarme de algunas cosas del «fúrbo».
Pero el Fútbol es nuestro deporte «rey» como lo llaman, y despierta pasiones entre sus aficionados, así que la mayor parte de la información deportiva la constituyen los resultados de la jornada, las previsiones de clasificación, los goles, y toda una serie de «elucubraciones» sobre el estado de la Liga, las hazañas de las estrellas y los análisis «sesudos» de los que se ganan la vida hablando de lo mismo hasta la saciedad.
Un gran club (mes que un club) ha visto esta semana cómo renunciaba al puesto de presidente su titular, debido a unos «presuntos» trapicheos con la contratación de una de sus «joyas» futbolísticas. Casi todo el mundo se echa las manos a la cabeza ante un disparate de millones que han ido acá o allá, que si se habían declarado o no, y que al final los tribunales decidirán si ha sido una conducta punible, o un error, o todo queda en «agua de borrajas».
El fútbol mueve más que pasiones, mueve capitales, mueve voluntades, genera riqueza y a muchos les da satisfacciones más allá de los colores a los que representan. Creo que cualquiera que no esté poseído por ese amor a un escudo, a unos colores, a un equipo, puede ver con cierta objetividad que el deporte es la excusa para generar beneficios que no suelen llegar a las arcas del club de sus amores.
La deuda que año tras año van acumulando estos clubes es disparatada. A mí no me importa que por una figura se paguen cientos de millones, siempre y cuando esa inversión genere beneficios con los que hacer frente a las deudas. Si un nombre vende millones de camisetas, y cada camiseta deja la cuenta del club más saneada, mejor que mejor. Pero a nadie se le escapa que eso no debe funcionar exactamente así, ya que si fuera de ese modo ningún club «puntero» debería un céntimo a la Seguridad Social o a Hacienda, o a sus plantillas…
Hasta ahora me temo que ha habido demasiada permisividad respecto a un aspecto estrictamente financiero. ¿Cuántos empleos se han perdido por tener que cerrar empresas de mayor o menor tamaño?. ¿Cuánto empleo público se ha congelado?. ¿Cuántos créditos impagados han hecho que se ejecuten órdenes de desahucio?. Y así sucesivamente hemos visto la quiebra financiera de muchos empresarios honestos que no han podido hacer frente a los pagos, y se han visto forzados a echar la persiana…
Los clubes que se constituyeron en sociedades anónimas, no dejan de ser por tanto más que empresas en las que sus partícipes deberían hacer efectivos los pagos de manera proporcional a su «inversión», asumir los riesgos que conlleva y por tanto apechugar si el negocio no ha salido «redondo» como ellos esperaban. Pero el fútbol es tratado como un caso aparte, con la bula que se adquiere a base de pagar «favores», con la certidumbre de que al final en ese anonimato del socio nadie acabará teniendo la responsabilidad de semejante despropósito.
Que PAGUEN lo que deben, que expliquen en la junta de accionistas las decisiones tomadas y el porqué de las mismas, que digan por qué es más rentable fichar a un futbolista extranjero que dar oportunidad a los de las canteras, y si no quedan aclaradas las dudas que se dediquen a poner las cuentas a disposición de sus socios y que éstos decidan cómo encaminar a su sociedad hacia la liquidación total por cese en el negocio, que es lo que es el fútbol, NEGOCIO.
A partir de ahí, cuando todos hayan satisfecho sus deudas, es cuando podremos disfrutar del espectáculo futbolístico sin las sombras de las sospechas, con la garantía de que lo que vamos a ver es un Deporte- espectáculo que además puede resultar beneficioso para todos. ¡Paguen, pasen y vean el mayor espectáculo del mundo! como decían del circo…