Ayer se consumó en TVE lo que, a mi parecer, estaba -debía de haber estado- cantado… una niña de ocho años se quemó jugando a cocinera. ¡Leña al fuego!.
No soy quien para criticar programas de televisión, ya que apenas me atrae alguno, pero a veces la oferta no da demasiadas alternativas como para no echar un vistazo a uno determinado que aparenta ser menos «nocivo» para un espectador forzado.
Lo de los concursos con niños, haciendo de super estrellas, super cocineros, mega extraordinarios, es algo que habría que plantearse muy seriamente en las familias. Evidentemente hay niños con unas cualidades excepcionales en muchas y diversas facetas, pero el exhibirlas públicamente en formato concurso es donde encuentro muchos peros…
Siempre me ha parecido un tanto perverso exhibir a un pequeño haciendo sus monerías, y tratar de sacar provecho de sus dotes, pero eso lo dejo para las decisiones que toman los correspondientes papás. Allá cada cual con sus responsabilidades.
Sin embargo la televisión, las productoras, y los patrocinadores de estos concursos deberían recordar aquello de que «quien con niños se acuesta, mojado se levanta». Los niños deben jugar a cosas de niños, aprender disfrutando y recibir el apoyo supervisado de los adultos para que desarrollen plenamente sus capacidades.
Si revisamos estadísticas e informes de accidentes domésticos, veremos que la cocina es quizás el sitio donde más riesgos existen para los niños. Y quemarse, escaldarse o cortarse no es nada difícil incluso para un experimentado chef. Me dió pena ver la cara de Don Pedro intentando justificar que cualquiera que se meta en la cocina ha sufrido más de un quemazo, o corte… pues por eso mismo no habría que someter a esos niños a tantos riesgos como se conocen, y meterles además un extra de presión con el tiempo en el que deben acabar la faena.
¡Pobre criatura! la que sacó una olla del horno y se abrasó la manita, y encima trataba de continuar «peleando» por llegar a la final, mientras los demás seguían impávidos con el concurso a cualquier precio.
Sólo la reacción de un niño, competidor también, que inmediatamente actuó como una persona y se dedicó a ayudarle a salir del trance, me devolvió un poco de optimismo ante esta sarta de despropósitos que se habían ido sucediendo.
Bravo por este chico, por la niña dispuesta a todo por alcanzar su objetivo, pero sinceramente estamos haciendo que nuestros niños se marquen unas metas que, con su edad, no deberían haberse planteado, ni los adultos haber consentido…
Bueno, creo que este va a ser el último artículo de este año, así que quiero aprovechar para desearos a todos un Feliz 2016.
Querido Carlos:
Te animo a que veas -o vuelvas a ver- «la pequeña miss sunshine». Es una película buenísima en la que triunfa la ilusión, se satirizan los concursos para niños, se resalta la especial conexión que los niños consiguen con sus abuelos, te partes de risa, ….
Y el que cocina se quema alguna vez, claro. Y eso también hay que aprenderlo.
Gracias, Pedro. No conocía la peli pero trataré de localizarla. Un abrazo.