Como ya comentaba en la primera entrega no suelo hablar del deporte «rey». Hoy tampoco lo voy a hacer, sino que hablaré del entrenador, Victor Fernández.A mi me parece un buen tipo, educado y respetuoso incluso con los árbitros. Al menos es la imagen que tengo de él a través de la televisión. Pero no basta con ser buena persona o hacer una buena labor en tu trabajo, sino que influyen otros factores para mantener tu empleo.
En el caso de los entrenadores de fútbol (de primera división) su puesto está condicionado a algo tan dramático como que una pelota acabe enredada dentro de una malla. Así de simple y así de injusto.
Un buen entrenador debe de reunir un montón de cualidades más que difíciles de encontrar todas juntas, por lo que la mayoría de los que «conocemos» apenas deben tener alguna de ellas o tal vez ninguna, dado lo rápidamente que son «destituidos». Lo que no acierto a entender es por qué con lo que se les elogia cuando van a empezar en un club acaban tan pronto su recorrido con tan rotundos fracasos. ¿Acaso una persona puede ser tan voluble en tan poco espacio de tiempo?. La respuesta no es sencilla.
A parte de ser un líder nato, tiene que conocer el fútbol, claro. Dirigir grupos de personas no es tarea fácil y menos cuando el grupo está compuesto de muchos «líderes». Cada uno de los jugadores, antes o después de ser ídolo de masas, se considera un auténtico fenómeno social digno de ser secundado por el resto de «compañeros». Salvo unos pocos, la mayoría se tienen que conformar con ser comparsas de las estrellas, satélites fugaces cuya misión es dar luz al astro. Por supuesto que ello es difícil de asimilar cuando lo que se pretende es brillar con luz propia, así que no es difícil imaginar lo tensas que pueden ser las relaciones en un vestuario.
Ahí interviene la figura del entrenador: Poner paz y aunar esfuerzos en la consecución del éxito común. Nada distinto de lo que ocurre en el resto de la sociedad. Cuando la persona que se supone que ha de encauzar el grupo, haciéndolo homogéneo, e incentivando a todos para alcanzar la meta prevista, no consigue su propósito, es el momento de cambiar de «Macho A», hay que buscar otro líder.
Ahora le ha tocado el turno a un buen entrenador (como a muchos otros) que no ha podido hacer que sus jugadores metan, o no se dejen meter, goles . El Zaragoza siempre ha sido un equipo trampolín de jugadores, haciendo luego la «cama» a otros equipos y vendiendo a los futbolistas que han logrado destacar entre el resto. Los triunfos los suelen lograr lejos del zaragoza para mayor gloria de sus aficionados. Pero aquí siempre estamos realizando grandes proyectos para el club, fichando para vender a mejor precio y en definitiva haciendo que la estabilidad de la plantilla sea una pura quimera.
Lo siento por Víctor, tampoco demasiado, ya que no se habrá ido «de vacío», pero lo siento más por la frustración que sentirá por no haber «sabido» amalgamar a un grupo que pronto quedará disuelto en el magma de los fichajes.
Los directivos a «medrar», los aficionados a sufrir y yo: ¡A mí Plin, yo duermo en Pikolín!.
Me gusta el futbol y he jugado de joven, pero no lo sigo. Nunca me he considerado un forofo pero sí estoy al tanto de lo que pasa.
Conozco tantos entrenadores como personas aficionadas al futbol conozco, es decir, todo el mundo sabe más que el entrenador de turno. Algo más habrá que saber para entrenar a un equipo de primera división, digo yo. De lo contrario a estos equipos les saldría más barato fichar a cualquiera de esos forofos.
Como dicen por ahí, Rey muerto, Rey puesto.