Una de toros

Dice un chiste que ¡donde esté una buena corrida que se quite el fútbol!… (no lo acabo por decoro) y en eso estoy cada vez con más gusto por los toros y casi nada por el fútbol. Y por casualidad pude entrar a ver la Plaza de toros de Corella, que está preparándose para las próximas fiestas patronales.

Visto el relato de toros que escribió Lamia, no me atrevo siquiera a intentar algo parecido. Tampoco conozco de tauromaquia más que cuatro nociones que me dieron unos grandes maestros en Salamanca. Allí fué, en el Bar Vidal, donde «el Pepe» y «el Meri» me iniciaron en el arte del toreo. Ver una corrida televisada a su lado era todo un tratado del toreo equivalente poco menos que a «El Cossío» pero en carne y hueso.

El Pepe había sido «vaquero» en una de las múltiples fincas que están esparcidas por las tierras salmantinas, por ello se definía como aficionado «torista». Sabía de animales astados todo lo que se pueda saber. Una simple mirada cuando salía el toro al ruedo le bastaba para hacerle la ficha técnica: color, hechura, cojera, bizqueo, cornamenta, trapío, bravura, etc. ¡Y lo clavaba!. Sabía cómo iba a envestir al capote y si se iba a «cansar» de luchar antes o después, sabía si acabaría remolón o por contra iría creciendo en la lidia, así que una vez visto al toro, practicamente se desentendía de la faena del matador. ¡El ya sabía poco más o menos cómo sería la misma!.

El Meri era justo lo contrario, sabía bastante de animales pero le gustaba la lucha entre el torero y su lote. Conocía la forma de torear de cada uno de los toreros que visitaban la plaza, si se les veía con ganas, si una determinada ganadería le agradaba o no al matador, si torearía más de derecha que de izquierda, etc. etc. Cuando daba un pase te explicaba qué paso daría el torero y hacia qué lado, dónde volvería a poner el trapo, si le iba a dar distancia o lo iba a humillar bajando los trastos. Te hacía sentir como metido en pleno «Déjà vu», casi era infalible en la previsión del pase siguiente. Por tanto era un aficionado «torerista» y ambos aportaban sus grandes conocimientos para deleite de los parroquianos de su bar.

Mi afición real por los toros comenzó allí, nada tiene que ver la genética en ella, a pesar de que un bisabuelo paterno había sido mozo de estoques de «El chico de la Blusa». Mi padre recuerda haber ido de chiquillo con su abuelo a ver los toros, cuando aquello era realmente la Fiesta Nacional. Ahora hay algunos detractores de las corridas que hacen campaña en favor de que desaparezca este tipo de espectáculo tan arraigado en nuestro «inconsciente colectivo». No quiero polémicas, así que les rogaría se abstuvieran de inundarme el correo de comentarios insultantes, aunque les invito a que cortesmente puedan manifestar sus puntos de vista al respecto. Puedo decir que no sólo en Salamanca, sino en muchas comunidades españolas el «negocio» del toro da de comer a muchas familias honradas y que es una auténtica maravilla estar metido entre los toros en una de las dehesas donde pastan totalmente a sus anchas. Para llevar seis toros a una corrida hace falta un extraordinario esfuerzo del ganadero en cuanto a tierras, número de animales, selección, cuidado, alimentación, etc. que normalmente apenas les da para cubrir gastos y lo hacen casi por amor a los propios animales.

Tuve ocasión de ver la ganadería de Garzón (en la actualidad de José Mª Manzanares), en Vitigudino, participé en un par de capeas en la finca de «El Viti» y puedo asegurar que mover un capote delante de una becerra no es tarea fácil porque siempre te acaba pillando. Así que disfruté muchísimo de los animales casi en libertad. Fué una época que me hizo comprender lo que acarrea un toro detrás de sí mismo, del sacrificio de los que cuidan del ganado, del esfuerzo y los desengaños que conlleva hacerse torero, no digamos si encima se quiere ser figura, de una forma de entender nuestra cultura y nuestra forma de ser. Así que no me extraña que se diga : «El que quiera saber que se vaya a Salamanca». A mí me enseñaron todos mucho. Gracias Juan Garzón, gracias Pepe y gracias Meri, aprendí lo poco que sé de toros gracias a vosotros tres. Ojalá os llegue este artículo. Y si fuera torero os diría con la montera en la mano: «Con su permiso, ¡Va por ustedes tres!».

Y con vuestro permiso las fotos de la plaza de toros de Corella se las dedico a Lamia, por navarra y por aficionada a los toros.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

6 respuestas a “Una de toros”

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  2. Vito imagino que más que a hombros fué en camilla. Sabía que habías jugado a fútbol en el Real Zaragoza (aunque fueses un patato) pero lo de que también toreases, o te dejases arrollar por las vaquillas me lo habías ocultado…En fin que eres un «machote».

  3. A mi me sacaron a hombros de la plaza de Corella despues de que una resabiada vaquilla me cosiera a cornadas y pisotones. Aún conseguí algún capotazo y, eso sí, me inviataron a unos huevos con chistorra que me quitaron todos los males.

  4. Siempre he defendido que la gente más noble de España está en Navarra, así que ha sido un placer dedicarte algo que te gustase. Espero que tus paisanos se sientan representados por tí en su conjunto y que les devuelvas algo del cariño que siempre he recibido de todos ellos.

  5. Mi querido Carlos, muchas gracias. Y eso que decías que no sabías mucho de toros…. Hace mucho que no visito Corella pero mi corazoncillo navarro se calienta cada vez que me acerco, aunque sea de lejos, a alguno de los pueblos de mi tierra.

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