(Autor de la foto en el Diario La Provincia)
A los que me vais conociendo no os sorprenderá ya que os hable sobre un tema del que debo reconocer que no tengo ni idea. Pero mi curiosidad y mi «morro» natural, me llevan siempre a acceder a sitios insospechados incluso para mí.
Hoy viendo unas fotos de Fernando, de la Cueva de los Verdes de Lanzarote, me he acordado de la visita que, como buen turista, hice en mi día a tan magnífico paraje realzado por el gran genio de César Manrique, autor de una ingente labor de conservación y desarrollo sostenible de su amada isla.
Fué en la época en que volaba en una compañía charter y en invierno pasaba la mayor parte «pululando» de isla en isla y de allí a Finlandia o Suecia. Durante una de estas semanas laborales aproveché para que viniesen mi mujer y mi hijo -con menos de tres meses- y recorrer Lanzarote como unos turistas más, durante los días de descanso que teníamos «obligatorios», ya que cada día de vuelo hacíamos unas 16 horitas de actividad. La verdad es que es una isla fantástica.
Pero yo por aquél entonces había sabido que en la cueva en cuestión había instalado un centro sismológico muy «reputado» dada la estabilidad tectónica de la zona y la cantidad de kilómetros de cueva volcánica a disposición de los sismólogos. Así que nada más entrar en ella me despreocupé de los verdes, de la ceniza volcánica y de la lava solidificada. ¡Yo quería ver el centro sismológico!, como estaba mandado.
Así que le solté un rollo a nuestra guía, que si bla,bla,bla… mientras ella nos contaba al numerosísimo grupo las maravillas de la cueva y sus características tan especiales. Al llegar al gran «salón» donde se pasaba un rato observando la bóveda natural, la guía me indicó una puerta metálica que estaría abierta y me prestó su linterna para que pudiera desplazarme libremente por las «chimeneas» que se han convertido en galerías.
No veais lo emocionante del momento en el que me ví completamente solo, en mitad del centro de la tierra y en completo silencio, «enterrado» en una cueva que había sido un río de lava. El silencio era total y comprobé que apagando la linterna el sentimiento de soledad y opresión era casi insoportable, creo que era más que miedo una inmensa sensación de vacío total. El miedo a lo desconocido y la profundidad de las galerías que no llevaban a ningún sitio concreto me sobrecogió y me produjo una sensación magnífica de estar descubriendo un nuevo mundo. Con pasos cautelosos y cada vez más habituado al medio por el que me desplazaba llegué a una pequeña caseta de obra tosca y sin lucir siquiera de yeso. Un auténtico cobertizo donde se guardaban los sofisticados medios de detección y registro de los datos de los sismógrafos que iban a parar allí. Los tubos apoyados sobre unos simples ladrillos y fijados con pegotes de cemento eran los sensores de una vasta red de ellos que se extendían a lo largo de las inacabables galerías excavadas de manera natural, cuando Lanzarote se estaba formando desde las profundidades del océano.
Realmente la experiencia fué muy fuerte a nivel de sensaciones, soledad, miedo, vacío y una regresión al pasado y el planteamiento de lo poquito que somos cuando nos comparamos con las maravillosas fuerzas que dieron origen a la vida y a lo que hoy conocemos como un auténtico paraíso. Pero de sismología no aprendí nada más que lo que os he contado. (Los científicos iban muy frecuentemente a revisar los datos, pero en aquél momento no había ninguno que me explicara algo sobre su vida o su trabajo). Tampoco era cuestión de esperar mucho más tiempo allí porque unas cien personas estaban esperandome en la gruta para que le devolviera a su guía una linterna y les sacara de allí, y entre ellos mi mujer y mi hijo de menos de tres meses…
Así que como yo no he hecho más que contaros otra de mis batallitas, os propongo visitar el Instituto Geográfico Nacional (Que también depende del Ministerio de Fomento), y ahí encontrareis mucha más información sobre sismología y estaciones sismológicas en España.
Pingback: Expertos en cenizas | Alas de Plomo
Pingback: Terremotos | Alas de Plomo
http://elmaquinista.lageneraltv.com/?p=547
esto te molará
seguro
Lamia, me alegro de haberte «asustado». Por haber llegado a transmitir el agobio que sentí, no por tu miedo. Pero el silencio se puede tornar en música con sólo «apretar» la tecla adecuada…
Carlos, casi he sentido el miedo en el centro de esa cueva… Supongo que algo tendrá que ver el silencio que me rodea en estos momentos.