No voy a hablar del libro «Out of Africa» de la danesa Isak Dinesen, ni de la magnífica película basada en el mismo «Memorias de Africa», sino de mis propias memorias.
Comenzamos a volar a Kenya durante el verano de 1989 con destino a Mombasa, la ciudad costera por excelencia en el Océano Indico. La iniciativa de estos viajes partió del Director general de LTE Int. Airways, Sr. Middleman. Esta «aventura» duró solamente dos años, ya que la rentabilidad de los viajes no resultó ser como se esperaba. A pesar de que la ocupación era alta, la realidad económica del turista español obligó a reducir el número de vuelos previstos y, además, el viaje resultaba bastante caro.
A nivel operativo era bastante complejo, puesto que se hacía escala técnica en Rodas (Grecia) y de ahí directos a Mombasa, sobrevolando Egipto,Sudán, Etiopía y Kenia. El viaje salía de Barcelona alrededor de las diez de la noche y se llegaba a Mombasa a las ocho de la mañana.
Como finalmente sólo se hacía un vuelo semanal, las tripulaciones hacíamos el relevo en Mombasa y ello nos permitía disfrutar de una «larga» semana en el Africa Ecuatorial.
La preparación para el viaje era un largo proceso de prevención médica y vacunación. Nos vacunaban de Fiebre amarilla, cólera y tifus. Para prevenir la malaria había que comenzar con la medicación (Resochín) un mes antes del vuelo y continuar durante un período no muy largo dados los efectos secundarios de la misma. Así que una vez comenzado el tratamiento estabas dedicado en exclusiva a dicho vuelo durante un mes. Luego otros compañeros se sometían al mismo proceso y continuaban la cadena.
De cualquier manera el «sacrificio» mereció la pena. A pesar de la noche en vela, sobrevolando algunas de las zonas menos pobladas y con nulos medios aeronaúticos, cuando llegaba el amanecer todo se parecía al paraíso. En la lejanía, por nuestra derecha, se vislumbraba perfectamente el «Kilimanjaro» (Tanzania) con sus nieves perpetuas. Bajo nuestro avión se extendía casi infinita la «Sabana» con sus «baobab» y su hierba (verde durante la época húmeda). Y, ya llegando, un nuevo océano «El Indico» bañando la costa.
El recibimiento en la terminal (más bien un barracón) era un estallido de colores, de aromas y de música de piano africano y percusión. Los Kenianos (Keniatas) con una mezcla de inglés-swahili, te ofrecen su ayuda solícita para llevarte el equipaje con una sonrisa «cautivadora» y sincera . Se acabó el stréss. El ritmo se ralentiza hasta que seas capaz de asimilar tanto cambio y puedas disfrutar de todo lo que la naturaleza te ofrece.
La luz incide muy perpendicularmente a la tierra, por lo que los colores son más intensos, la atmósfera es transparente, exenta de contaminación, el aire puro. Los aromas de plantas nuevas para tí embriagan tu pituitaria. El zumo de frutas tropicales con el que te reciben en el hotel supera en matices a cualquier vino «gran reserva». (Cómo no al zumo de naranja del avión ).
El clímax de tus sentidos llega cuando, tras un largo día de «safari», cansado y lleno de polvo arcilloso, te dejan en medio del «Jardín del Edén» para que observes con quietud el ir y venir de los animales a su antojo. En la multitud de reservas naturales del país han habilitado zonas de recreo para turistas y animales. Los unos observando a los otros. Nosotros maravillados ante tanta paz y ellos con agua y comida garantizada.
Cuando veo la película que mencionaba, no puedo evitar evocar aquellos momentos de rencuentro con la naturaleza y con la VIDA ¿primitiva? que disfrutan los «Massai».
Sólo puedo deciros que , como Robert Redford, yo también ME ENAMORE DE AFRICA.
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