(La Venus de Milo en el Louvre)
Siguiendo al hilo de lo que exponía en alegrarse la vista, me topo con esta noticia de una exposición atrevida en el Museo Thyssen cuyo título es: «Lágrimas de Eros».
Tal vez no sea esto lo que yo pretendía cuando hablaba de alegrarse la vista, ya que en absoluto tenía algo que ver con el erotismo o la muerte. Aunque acudir a una exposición de arte siempre es un motivo de grandes satisfacciones visuales.
Hoy se abre al público la citada exposición y lo que más me llama la atención es el enfoque tan particular que se hace sobre ella. Partiendo de extraordinarias obras de arte y agrupadas en un concepto tan parcial como es la sexualidad pretenden atraer, con un enganche muy fáci,l al público en general, y espero que a los amantes del arte, aunque a estos últimos no creo que les importe demasiado ver un desnudo humano como lo esencial de un cuadro o una fotografía.
El sexo, la sexualidad, el erotismo son temas que siempre tienen su público. De hecho cualquiera de ellos constituyen el mayor número de búsquedas en la red. No quiero hacer crítica, ya que corren tiempos difíciles para todos, y hay que vender el producto a cuanta más gente mejor. Pero aunque la supervivencia de la especie pase porque el sexo sea la forma de conseguirlo, de que sea una obligación natural y un mandato divino «creced y multiplicaos», a vender una exposición de esta manera hay un ligero tufillo que no me convence.
De hecho el propio conservador jefe del museo dice en la Vanguardia: «la idea de esta muestra surgió cuando se encontraba en un «punto bajo» de su carrera como responsable del Museo, ya que algunos proyectos no alcanzaban las expectativas esperadas.»
Así que ése es el motivo inicial y el que explica la exposición en sí misma. A mí que lo disfracen luego de intelectualidad, de oposición entre Eros y Thánatos, de que los grandes artistas han sabido captar la esencia de un beso, o cualquier otra justificación bien pagada, me dan lo mismo. Es un negocio como otro cualquiera que tiene que captar clientes.
Claro que acudir al museo, aunque sea como «voyeur», siempre puede despertar una curiosidad más allá del morbo y conseguir fidelizar a un visitante más que descubra todas las maravillas encerradas en él, incluídas éstas pocas donde se debería de ver solamente ARTE: