(autor foto: epicharmus)
Siguiendo al hilo del artículo precedente, me gustaría incidir en una parte muy pequeña de la noticia: Parece que los pilotos podrían ayudar a Spanair a financiarse con un 5 % de participación en el nuevo proyecto de ampliación de capital y reducción de personal.
Espero no meterme donde no me llaman, pero querría recordarles a todos experiencias previas, cuyo resultado a la larga significó el cierre de unas empresas y a los copropietarios de ellas acabar en bancarrota. Deseo que no sea éste el caso. Pero a la hora de invertir en proyectos empresariales debe regir el principio de «confianza» en él. De nada sirve poner dinero, que servirá además para pagar los finiquitos, si después de ello los problemas de liquidez empresarial continúan y el mercado tarda más de lo previsto en recuperarse.
Recuerdo el caso de Hispania, cuya propiedad estaba en manos entre otros de los pilotos que se constituyeron en una cooperativa, y que acabaron con sus participaciones como una colección de cromos sin ningún valor en el mercado. Digamos que «papel mojado»…
Sin embargo ha habido otros casos donde con esta participación económica de los trabajadores se ha conseguido paliar los malos momentos y sobrevivir al cierre.
Creo haber contado, y si no lo hago ahora, que una de las propuestas que hice a la Dirección financiera de Air Nostrum, en sus comienzos, fué que para compensar la cuenta de resultados y no incrementar en demasía la cuenta de gastos en nómina, podríamos recibir parte de nuestros emolumentos en forma de Stock Options. Confiaba plenamente en el proyecto y posterior desarrollo de la compañía y estábamos dispuestos a sacrificar el dinero bruto de nuestras nóminas (la de toda la masa laboral) en forma de esos productos tan al uso en otros sectores, sobre todo de cara a directivos.
Al director financiero le pareció una propuesta coherente con el espíritu de contención salarial imperante y que además sirviera de incentivo para «arrimar el hombro» como siempre se nos pedía para que todo tuviera éxito, y «premiar» el riesgo que asumíamos, el compromiso adquirido, y sobre todo compensar unos salarios que estaban muy por debajo de la media del sector. Me dijo que lo propondría al consejo de administración y… todavía no sé nada de aquella propuesta tan arriesgada que hacíamos cuando nadie de aviación daba un duro por ella.
Evidentemente aquello no prosperó, ni tuve conocimiento de que ni siquiera alguien se lo hubiera planteado.
Es en cierto modo lógico que los accionistas mayoritarios de una empresa sean quienes mantengan el control en el Consejo, que tomen las decisiones económico-financieras de acuerdo a una política que ellos establecen y que en definitiva les permita actuar con independencia de reivindicaciones laborales más o menos drásticas.
Pero siempre se acude a los pilotos en los malos momentos. ¿Por qué no cuando las circunstancias son favorables?. Repartir beneficios entre accionistas en forma de dividendos es la garantía de que la empresa va bien económicamente, si además su valor en bolsa se ve incrementado una vez que cotiza en el parqué, se puede dar una gran alegría a cualquier inversor, máxime cuando este accionista pequeño forma parte de la plantilla de la empresa. ¡Qué mejor salario que el que se obtiene con la aportación de tu trabajo y de tu propio capital!.
Sin embargo, salvo empresas cuya filosofía de trabajo y de relaciones laborales están en sintonía con el reparto de sus beneficios a los empleados, el resto son más que reacias a este tipo de bonus. No sé los motivos que les impiden actuar de forma generosa con sus trabajadores, pero me temo que no querrían que un colectivo de empleados-propietarios tuvieran un representante delegado dentro de su consejo de administración… Enterarse de lo que se cuece en las alturas, cuyas decisiones más ahorrativas consisten siempre en despedir empleados, no daría lugar a muchos acuerdos en materia laboral.
Por eso les pido a los empleados de SPANAIR mucha cautela con estos cebos. Es posible que a la larga se queden, sin muchos compañeros, sin dinero y con la sensación de que ellos han contribuido a sufragar los gastos que genera una regulación de empleo, para acabar viéndose ellos mismos en un nuevo Expediente de Regulación de Empleo y encima con menos ahorros que les podrían ayudar a subsistir un tiempo. Así que ojito, mucho ojito, y paciencia. Las negociaciones son duras, los acuerdos tardan en llegar, pero las decisiones que se adoptan suelen ser definitivas… ¡PRUDENCIA!