¡¡¡¡Oooooooolléeeeeeeeee!!!!. Perdonad que me exprese como un apasionado taurino ante un natural… El vítor se lo dedico a Hacienda, o sea a todos, ya que eso dicen que es hacienda.
Van a acabar con la economía sumergida partiendo del paro. ¡Bravo!. No nos habíamos dado cuenta de que es más fácil vigilar a esos casi cinco millones de personas que al total de la masa laboral española, que es cinco veces mayor (si es verdad que el tanto por ciento de parados representa el 20 % del mismo).
Resulta que, para pillar a los defraudadores de impuestos, bastará con vigilar a los que cobran un subsidio de desempleo y ver si con esa miseria que reciben son capaces de mantener un tren de vida más elevado. ¡De cajón!. Así pues ese peón de albañil, que trabaja de «tapadillo» sin hacer facturas, tiene los días contados. El fontanero amiguete, que suelda con soplete, tendrá que justificar el estaño que compra para sus empalmes. Y así sucesivamente contra todos estos gremios fraudulentos que se están lucrando con la crisis, sin pagar impuestos y estafando a hacienda.
¡La madre…! Claro, ahora que apenas hay movimiento inmobiliario (lógicamente los inmuebles no se mueven como su propio nombre indica), se acabó la contratación de «ilegales» y de legales, y por tanto el dinero «B» circula con mayores dificultades y sin posibilidad de pelotazos, así que hay que echarle el hurón para que salga de la madriguera.
Sin embargo, a los bancos, a las Cajas de Ahorro, a las superconstructoras, más inyección de capital, más privatizaciones de la «res-pública» para pagar deudas de honor, y al currito que se busca la vida, a amargarle la existencia por llevar un Seat Toledo en lugar de ir en bus urbano.
¿Dónde está el dinero «B» (afroamericano, no sea cosa que lo de negro no les guste a estos gañanes)? Como diría el tonto de mi pueblo: ¡en el banco!. Ahí está la pasta, señores. Claro que no es en la oficina del barrio trabajador, ni del extrarradio de las grandes urbes, sino un poquito más allá de la frontera.
Cuando las cosas iban bien, el dinero circulante pasaba de mano en mano como por arte de birlibirloque, una comisión por aquí, un convoluto por allá, un contrato de obra por acullá… y así todos contentos. El dinero tiene que moverse, y mucho, para que el sistema funcione. Pero si se queda de vacaciones en el paraíso (fiscal), estamos acabados.
Pues nada, desde ahora ya no habrá camareros trabajando por horas haciendo «extras», ni obras donde alguien no tenga sus papeles, ni chapuzas caseros sin cotizar, ni señoras de limpieza, cuidadoras de ancianos o niños, animadores callejeros, ni nadie que deje de cotizar unos céntimos de euro que se lleva en «crudo».
Pero nadie va a meterse, ni ahora ni nunca, con los grandes testaferros, con los lava capitales de diversos negocios, ni con los clubes de fútbol, ni con las eléctricas, ni los banqueros, ni las multinacionales, ni con los partidos políticos, ni con… los que de verdad tienen el dinero negro, y bien morenito que está, en su propio paraíso. ¡Hasta ahí podíamos llegar!.
Seguro que pronto tendré que hacer factura por publicar un texto sin registrar en la SGAE. Al tiempo.