Lo primero hay que felicitar a la maravillosa ciudad guipuzcoana por el «premio», que lo es. Otra cosa es que sea una designación basada en lo que se supone que representa la cultura dentro de una ciudad, o que sea un pago en especies camuflado entre un festival de cine y otro de Jazz.
No me mueve la frustración que inspira a unos, ni tengo nada que aportar sobre el trasfondo político que se intuye, y que el alcalde Belloch arroja a la cara de los ganadores. Sencillamente he quitado el enlace a lo que era un proyecto ilusionante y que ha quedado en «agua de borrajas».
Con la excusa de la cultura también se mueve mucha pasta, y la repercusión económica de este «reconocimiento» en una ciudad es muy elevado. Algo que cualquier alcalde desearía anotar en el haber de las cuentas municipales.
Si como cuentan en ABC se valoró esto: El jurado ha destacado su «capacidad para superar el pasado violento a través de la cultura», es que estamos tontos, porque desgraciadamente en Donosti no creo que haya sido ese el camino para poder andar tranquilo por sus calles.
Desde muy chiquitín he vivido el encanto de la Concha, he admirado la visión desde el Urgull, y he tomado sardinas asadas en el puerto. Ya de más mayor he recorrido la parte vieja, de tapas, y he llegado a ella desde un aeropuerto poco apto para cardíacos cuando el temporal viene del norte. Pero siempre me he sentido a gusto allí, así que me alegro por San Sebastián y por sus ciudadanos.
Pero si querían animarle a seguir adelante, promocionar un turismo que algunos habían forzado a disminuir en contra del interés de la mayoría, si había que lavarle la cara corroída por el aire salino, haberlo dicho claramente a todos. Mejor este año no se molesten, que nos toca PROMOCIONAR San Sebastián. Y todos tan contentos, porque en el futuro habrá más oportunidades, y algún año de estos seguramente la valoración se haga realmente en base a la CULTURA. Así que animo a mis conciudadanos a seguir culturizándose, a participar y elaborar alternativas culturales de todo tipo, para que gracias a este pequeño tropezón, Zaragoza nunca pueda ser tachada de ciudad inculta.