La causa de la tragedia de Bangla Desh, no es otra que la pobreza extrema de una población sometida al esclavismo para poder vivir miserablemente. Los buitres se ciernen ahora, volando en círculos, para acabar con la carroña de unos muertos que siguen bajo los escombros.
Pero los buitres estaban ahí mucho antes del derrumbe, disfrazados de palomas mensajeras llevando en el pico promesas de futuro. Empresarios de todo el mundo, incluídos los españoles, llevan toda una vida trasegando patrones, modelos y marcas para su manufactura en talleres donde la producción masiva, y un salario misérrimo, garantiza el beneficio máximo cuando se expone en un escaparate de «Prêt à porter».
Ahora son ellos los que se rasgan las vestiduras (que a precio de coste no valen un centavo) pero que lucen con el donaire de un pavo ostentoso, haciendo caridad y ofreciendo una limosna de sus abultadas cuentas para paliar el desastre. Cuando acaben de desenterrar a los muertos, cuando el polvo de los escombros removidos se haya disipado, un nuevo edificio albergará otra vez miles de manos cosiendo frenéticamente enganchadas a una máquina. Y la rueda seguirá girando, la aguja subirá y bajará millones de veces al año, para con cada puntada devorar más kilómetros de tela y acabar convertida en infinitas prendas…
Y nosotros seguiremos comprando la nueva tendencia de verano, una sombrilla Made in Taiwan, una camiseta con el emblema de una marca cualquiera de prestigio, una visera que nos proteja del sol de verano recién llegada de China, o unas playeras de esparto con tacón de cuña provenientes de cualquier tugurio mundano, donde el ser humano se aferra a vivir, que no es poco, hasta que estos miserables acaben con su vida de una manera u otra.
Esto debe ser la globalización… miseria para todos.