Empezar a hablar de los ritmos circadianos, de lo que afecta en el organismo un cambio horario, de la acumulación de cansancio progresivamente, de respirar aire enrarecido durante horas, de tomas y despegues, de responsabilidad, de tensión… ¡no sirve de nada!. (Aunque hace mucho tiempo ya dije que eramos unos vagos)
El personal de vuelo ha servido de «conejillo de indias» en muchos estudios médicos para ver la influencia de factores externos a los que -por su actividad- puede afectar en la salud o al estado psico-físico. No es lo mismo comenzar una larga jornada cuando estás perfectamente descansado, que cuando apenas has podido dar una cabezada. Tampoco es lo mismo efectuar un despegue con un aterrizaje, que hacer seis, siete… vuelos cortos en el mismo día. Tampoco es lo mismo volar a 39000 pies que a 20000, la presurización tiene un límite, y el aire que se respira contiene el oxígeno justito para no asfixiarse. De los estudios de radiación solar, sin la protección de toda la capa de atmósfera que hay a nivel del mar, mejor ni «meneallo». La cuestión es que esos pequeños detalles (¿sin importancia?) afectan a medio y largo plazo de una manera que en el mejor de los casos acaba en una pequeña sordera (frecuencias inaudibles, cambios continuos de presión), o que la viscosidad sanguínea sea mayor para fabricar más glóbulos rojos que la media de población.
El organismo se «defiende» de nuestras agresiones como buenamente puede. Si no tiene oxígeno, fabrica más células (aclimatación en altura), si no duerme a su hora, te mantiene en una vigilia prolongada hasta que tengas tiempo, si no comes tira de grasas, y así hasta que le dejes en paz y recuperar su equilibrio.
Pero estas manifestaciones físicas suelen tener remedio relativamente sencillo: comer, hidratarse, respirar aire puro y dormir lo que haga falta.
Pero ¿y la «PSIQUE»?, eso que Freud asociaba casi siempre con diversos traumas. Esa eterna desconocida para todos no sabe de horarios, ni de presión atmosférica. El inconsciente sencillamente se «rebela» contra nosotros mismos. Acaba hartándose de corregir nuestros desmanes, y generalmente acaba diciendo que ¡BASTA!. Y trata de que recuperemos la cordura, haciendo que sintamos que nos ha traicionado.
El fenómeno de la fatiga de vuelo es perfectamente conocido por todos esos científicos que llevan años tratando de mejorar las condiciones laborales de todos nosotros. Han logrado mejorar la ergonomía, el color que infunde tranquilidad en un medio a veces hostil, han tratado de limitar las jornadas hasta el máximo razonablemente apto para no llegar a estar extenuado por la fatiga. Pero una vez que llegas a ese estado, sólo hay una solución: PARAR.
Hay que dejar que el organismo lentamente recupere su propio ritmo, que la sangre alterada deje de trabajar a más del 100 % de rendimiento, que el corazón bombee con comodidad una sangre más fluida, que los pulmones reciban oxígeno hasta que se harten, pero que todo aquello que no se mide más que por nivel de stress, o ansiedad, o insomnio, o desmotivación, o indiferencia o rabia… vaya paulatinamente desapareciendo.
Nada de esto se tiene ya en consideración, porque la actividad y el descanso es cosa de normativa, y ahí vamos a sobrepasar todos los límites que nos ha impuesto la naturaleza, por norma de la EASA (European Air Safety Agency).
¿Cómo es posible la reglamentación de periodos de descansos sea mas restrictivas para un conductor de autobús que para un piloto de avión?
En veinte años de profesión no he conocido a nadie que dijera PARAMOS. No hay conciencia del peligro que conlleva la fatiga, y desde los departamentos de operaciones se promueven los descansos mínimos ajustados a actividades al límite para «exprimir» a las tripulaciones. Queremos billetes baratos, tripulaciones baratas, hoteles baratos, comidas baratas. ¿Queremos ser responsables de pagar el mismo precio por la tragedia?
Ya lo leí Emilio. A ver si lo enmiendan y te cicatriza bien la herida. Un abrazo
Yo fatigarme por volar ya no puedo, pero recuerdo una entrada tuya con respecto a la ITV de Utebo fechada el 19 de enero de 2008 y es que ayer me acordé de ti en la misma ITV.
Y en mi caso no fue cansancio en la espera, fue una señal mal colocada que sin querer quise llevarme a casa con mi cabeza.
Un abrazo