Hacía mucho tiempo que quería hablaros de estas dos auténticas pesadillas para las que no hay vacuna disponible y que cada vez atacan a mayor cantidad de personas en todo el mundo.
Las estadísticas, los informes de consumo de fármacos antidepresivos y ansiolíticos, demuestran que se ha disparado el consumo de los mismos en las sociedades llamadas del primer mundo. Suerte tenemos de disponer de una magnífica colección de ellos desde que apareció el PROZAC y sus descendientes directos. La Serotonina, ese neurotransmisor cuyo deficit produce melancolía y en casos más graves depresión, es una de las endorfinas que ayudan a mantener una alegría vital suficiente como para no caer en estados patológicos de la emoción.
Hoy he visto en el Heraldo de Aragón un artículo en el que se alerta de este incremento y otro relacionado en el que dan un decálogo de cómo luchar contra la ansiedad y una posible depresión.
Por propia experiencia podría hablar largo y tendido de determinados aspectos de estas dos alteraciones, pero para ello están los especialistas y sus remedios (como el Dr. Rojas Marcos y sus publicaciones). Los que en algún momento hemos tenido que luchar contra estas pesadillas sólo debemos recordar a los que están a punto de padecerlas que, al final, lo que de verdad importa es mucho más sencillo de conseguir de lo que parece.
Una forma de recuperar la alegría de vivir está en dejar de luchar por lo superfluo, de centrarnos en la búsqueda de nosotros mismos en relación con el resto del mundo. Ese mundo que nos rodea está compuesto fundamentalmente de personas que nos quieren y a las que queremos, de una Naturaleza grandiosa que nos ha hecho existir y nos permite disfrutar con sencillez de lo más importante. El amor, entendido como una poderosa arma para dar y recibir felicidad, es algo que hemos de cultivar en todos los ámbitos y hacer que irradie hacia afuera. El retorno de ese mensaje es siempre único, siempre beneficioso y nos genera todavía más amor.
No es cuestión de creencias, ni de religiones ni mucho menos de cultura. Simplemente es amor y por tanto es nuestra propia felicidad la que está en juego. A partir de ahí todo es siempre más fácil de entender y de compartir.
Como una pequeña aportación personal os deseso que la FLUVIOFELICIDAD os pueda alcanzar a todos y desde un río, desde una senda de montaña, o desde un abrazo sincero a esa persona que teneis a vuestro lado en los momentos difíciles, seais capaces de vencer las sombras que nos dejan el cerebro a oscuras. Con toda mi esperanza en que este pequeño montaje os anime a intentarlo os dejo abierta la puerta de la esperanza a la felicidad…