A raíz del artículo sobre el llanto de los niños en un avión, he revisado lo que ya había publicado sobre presurización, ya que este llanto puede ser motivado en general por lo que conocemos como Barotitis, y que en lenguaje coloquial definimos como taponamiento de los oídos.
Los adultos conocemos sus efectos, aunque no sepamos nada de fisiología del oído. Hacemos instintivamente maniobras de movilización de los conductos nasofaríngeos, forzamos a que el aire entre hacia la trompa de Eustaquio tapando la nariz y expeliendo el aire con fuerza (Maniobra de Valsalva), o bien chupamos un caramelo o bebemos sorbos de cualquier líquido. A veces funciona y otras seguimos sordos hasta que de manera repentina, cuando se igualan las presiones, desaparece el taponamiento por sí solo.
Pero los niños pequeños no han tenido oportunidad de aprender nada de esto. Solamente notan que les duelen los oídos, y lo comunican a su mamá llorando. El dolor de oídos puede ser intenso; en casos extremos, cuando hay una ocupación masiva de los senos paranasales, bien sea por mucosidad , sinusitis, por pólipos, etc. el dolor agudo que se sufre te hace sentir que el ojo tiende a salirse de la órbita, que además te están clavando un puñal justo en el lacrimal del ojo y que los tímpanos van a estallar sin remedio… Puedo deciros que me ha tocado experimentarlo más de una vez, y sólo sabiendo que es algo pasajero, consigues tranquilizarte lo suficiente como para esperar a que la presión vuelva a equilibrarse y librarte de ese suplicio.
No es nada agradable y aunque no suele generar secuelas, tampoco es imposible llegar a que se acabe perforando el tímpano. Así que cuidado con las congestiones nasales a la hora de volar. Un oído inundado de moco, con una infección instalada, con otitis, y que está incapacitado para ventilar el aire, está expuesto a ese barotraumatismo. (Más trastornos del oído medio e interno)
Un tripulante profesional (piloto o TCP) está viviendo a lo largo de una jornada laboral estos procesos de manera continuada, tantas veces como «saltos» realiza. Dependiendo del tipo de compañía en la que se trabaja, este número de saltos varía entre uno (largo recorrido), e incluso llegar a seis despegues y otros tantos aterrizajes en un solo día. Así que, puesto que no está bien visto pedir la baja por «un catarrillo» de nada, el que más y el que menos hemos estado volando con los oídos hechos unos zorros. De eso pueden dar fe las cicatrices que tienen mis propios tímpanos, y la merma de audición que es típica del personal de vuelo al cabo de los años, hipoacusia para los especialistas de otorrinolaringología (perdonad pero no he podido evitar incluir la palabra… jeje).
Espero que si habeis revisado los enlaces os haya quedado una idea general de cómo funciona el oído sometido a los cambios de presión, los riesg0s que puede acarrear un catarro banal, y la manera de prevenirlo. En cualquier caso, cuando viajeis con bebés o niños pequeños, debeis evitar que estén dormidos en las fases de ascenso y descenso. El chupete bien chupado les ayuda a mover la garganta y el oído, un biberón con agua o leche y la tetina con agujero pequeñito para que le cueste absorber el líquido. Y si la edad se lo permite darle una «chuche» o varias, además de prevenirle la barotitis le hará disfrutar del vuelo como un niño que se ha portado tan bien que siempre obtiene un premio. ¡Oído al parche!. 😉
Lamia, he puesto al perrito porque me imagino lo que le tiene que afectar esto si vuela… me recuerda a alguien de paso por España… jeje 😉
Me dan mucha pena los bebitos subiendo y bajando…. pero me ha encantado la foto.