Cenas de empresa

descorchando champagne

 

Desde hace unos años se ha notado un cambio de tendencia en las celebraciones prenavideñas, y en particular en lo que se refiere a las cenas de empresa. La crisis, la tacañería o la falta de «buen rollo», han hecho que al final el que quiera reunirse con los compañeros para una cena más informal lo haga a expensas de su cada vez más menguado sueldo.

Nunca he sido muy dado a este tipo de celebraciones «obligadas», en las que desde la propia dirección se reunía a los miembros de la empresa, desde los ejecutivos al más modesto empleado, y en general los compañeros de trabajo, meros «coincidentes laborales» en la mayoría de los casos, cuando no unos insoportables soplagaitas o unos desconocidos totales, a los que ni conocías ni ganas de hacerlo.

¡Cuántas confidencias escapadas de una boca abierta por culpa del cava!, que falta de prudencia por culpa de dos tragos, y qué ridículos más sonados se han podido ver cuando el que se supone que manda va trastabillando, babeando detrás de una secretaria, o peor aún, cuando dirige una soflama a sus empleados exhortándoles a seguir arrimando el hombro (cuando lo que quiere es que se baje la cerviz y se ponga el culo más cómodo y accesible un año más).

En toda mi vida profesional sólo he asistido a una de ellas, exactamente el año que obtuve mi primer empleo en compañía aérea, y porque pensaba que tenía obligación de estar. No estuvo del todo mal, pero siempre he creído que es mejor no perder el sitio lógico en el que debes estar, y dejar a los trepas, lameculos, correpasillos y demás fauna laboral, que hicieran la «carrera» a su manera. Yo con cumplir con lo mío tenía más que de sobras, y no he estado por la labor de que la mandíbula se me desencajara por tragar algo que no me apetecía.

Recuerdo una anécdota hotelera, en la que el maìtre d’hotel nos contaba de una cena de empresa. Con el Capo como mecenas, sus acólitos más próximos reunidos para festejar con él estos días. De cómo estos mediocres ejecutivos se reían cada vez más de la borrachera del jefe, dejando que fuera a más e incentivando la ingesta de Champagne del mismo para mayor solaz. El energúmeno en cuestión, acabó teniendo mucha más sed y pidiendo el espumoso a discreción. El pobre maitre, con el señorío y respeto que da una profesión, y la experiencia que da observar desde el palco de una barra de bar a esa gente que no tiene medida, le sugirió que era mejor dar por finalizada la fiesta en bien de todos ellos, aún no vendiendo unas cuantas botellas más del preciado champenoise… La respuesta fué que el susodicho le recriminó su actitud y como él era quien pagaba y por ello tenía la razón, le metió un fajo de billetes en la champanera a la voz de ¡ponga champán hasta que se acabe el dinero!…

Al día siguiente el hombre, con la resaca haciendo gala de la noche pasada, fue completamente avergonzado a pedir disculpas sin saber muy bien lo que había pasado todavía la noche anterior. Le devolvieron el fajo de pasta, le cobraron lo consumido y le «perdonaron» el bochorno que el sentía, pero al mismo tiempo se dió cuenta de que los únicos que habían tratado de evitarle el espectáculo habían sido los camareros que les atendieron, mientras sus «ejecutivos» le habían hecho sobrepasar la barrera del ridículo con tal de disfrutar de la miseria de su jefe borracho.

Poco dura la alegría en casa del pobre y el primer día de trabajo tuvieron una reunión mucho más formal, ya en su oficina, en su territorio de depredador, y a los que habían celebrado esa noche en su compañía les hizo un nuevo regalo para el año nuevo: una flamante carta de despido, por deslealtad hacia la dirección.

Lo creais o no es una historia real, así me la contó el maitre y yo le creo. Espero que los que seguis yendo a cenar con vuestros jefes tengais la prudencia de beber con muchísima más moderación que él. Y en todo caso que con cualquier excusa por ridícula que pueda parecer, os marcheis cuando el jefe todavía esté consciente deseándole unas felices fiestas.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

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