(para ver un pequeño album…)
Después de haber estado un montón de años «pernoctando» en Manises, intentando descansar al máximo para seguir volando fresco, apenas bajé a la ciudad un momento. Y me perdí su lado turístico, su maravillosa zona centro, porque no tenía tiempo de disfrutar de todo ello.
Han pasado unos añitos ya de aquello, volar y dormir, volar y descansar, volar y volar. Así que ahora he aprovechado una mañana tranquila para pasear tranquilamente por esas calles que nunca miré como un turista más.
El Ayuntamiento, Correos, El Miguelete, la Lonja de la Seda, el Mercat Central , dejaron de ser edificios que envuelven una calle de paso, para convertirse en un magnífico decorado en el que recrearse la vista y revivir el pasado de una ciudad, indagar en su alma y sentir que la belleza estaba ahí de siempre, y que sólo tu propia venda en los ojos te impide acercarte a ella de manera reposada y pausada.
No hice más que una pequeña serie de fotos, las justas para no parecer un japonés más, pero una vez más me dejé llevar hacia el pasado casi reciente, en el que Aragón y Valencia eran parte del mismo reino, fuerte y extenso que llegaba allende Sicilia y Neopatria…
Ya sabeis que una foto es un instante, un reflejo de una realidad efímera que queda congelada en el tiempo tras un disparo. Por ello es mejor seguir el rastro que deja cada una de ellas, bucear en el pasado y recordar que cada instante que fijas es parte de un gran legado. Cada piedra de una ciudad tiene el alma de quien la talló y la puso ahí, para que perviviera y supiéramos que estuvo allí. Su esfuerzo, su sudor, su vida, siguen en un simple ladrillo, en una viga de hierro, en un cristal de color, en una baldosa de cerámica…
Os invito a encontrar vuestra historia común en cada foto, en cada rincón de Valencia, en sus calles y en su gentes…