Somos muchos los que no estamos a favor de la felicidad por decreto, de la tristeza que provoca tener que estar feliz a la fuerza, y tratar de aguantar el tipo en reuniones consideradas entrañables y familiares, cuando en muchos casos la procesión va por dentro.
Todos sabemos que los buenos deseos en Navidad esconden en ocasiones una hipocresía social, un convencionalismo más de tantos como utilizamos, y en el fondo estamos deseando que pase pronto este cáliz…
La Nochebuena no siempre suele ser una buena noche. En la mayoría de personas surge el recuerdo y la nostalgia de aquellos que ya no nos pueden acompañar. En muchos casos tenemos muy cerca alguien que de verdad necesita algo más que buenos deseos para recuperar una salud irrecuperable. Vemos en nuestro entorno próximo el sufrimiento, la vejez, la penuria… y tratamos de poner un parche al espíritu brindando por la felicidad.
Tenemos que mirar siempre adelante, no dejarnos perturbar por sentimientos negativos, y apartar de nosotros todo aquello que es considerado entristecedor. Pero no siempre esta actitud es la más sana, ni mucho menos la recomendable.
Hay sentimientos que tenemos que dejar salir para poder superarlos, para que nuestra alma recupere la Paz perdida y que de manera tan prolija como poco sincera recibimos constantemente, hasta la saciedad, durante todo este tiempo del solsticio de invierno, espantando la oscuridad que domina sobre la luz del día.
Quiero que todos aquellos que estais sufriendo por vuestros seres más queridos, o que la nostalgia os llama con más fuerza que la alegría impuesta, los dejeis que broten desde l0 más profundo de vuestro ser sin impedirles manisfestarse en plenitud. Cuando os hayais puesto en paz con vosotros mismos, cuando hayais sentido que merecía la pena ese recuerdo que siempre está presente, es cuando podreis volver a sentir la fuerza de la vida, de la Paz y del amor, y entonces, mirando de frente a quienes os rodean, dedicadles lo mejor de vosotros mismos, mostrad una sonrisa, dadles un beso y dar gracias a la vida por tenerlos ahí, por saber que los quereis y ellos a vosotros también.
No hace falta más que buena voluntad y mucho cariño, para que de verdad la Nochebuena sea una Buena Noche.