Tenía que ocurrir algo parecido. Porque siempre me había preguntado cómo nadie se había «vengado» personalmente de los ataques de los que habían sido objeto.
El caso de este joven vasco, de Lazkao, a golpes de maza destrozando una taberna, es patético. ¡Cuánta rabia contenida en cada mazazo!, ¡cuánta furstración!. ¿Qué desesperación le ha llevado a retar cara a cara a quienes lo único que pueden hacer es pegarle un tiro?.
Mucho odio guardado y mucha angustia le han tenido que hacer perder los estribos de una manera tan «suicida». Pero al final un hombre acorralado, un hombre que ha perdido la esperanza en todo, es más peligroso para sí mismo que todas las amenazas terroristas que haya podido sufrir.
Ahora le espera un juicio, legal y lógico. No se puede andar por ahí destrozando bienes ajenos de manera impune. Por ello espero que la LEY se le aplique tan «contundentemente» como a los que le han hecho perder el juicio y la sensatez de esta forma tan poco eficaz.
A nivel de calle han buscado ya un mito, un nuevo héroe que se rebela contra la tiranía y la opresión del terrorismo. Pero estoy convencido de que es un mal ejemplo y que la ley debe aplicarla el Estado. De otro modo la que se puede liar es «parda» y nadie debería tomarse la justicia por su mano.
A nivel personal le compadezco y le entiendo y me confirma la idea de siempre de que, alguna vez, alguien podría reaccionar violentamente contra los violentos.