A pesar de la oposición social y política, de las recomendaciones de los expertos, de las implicaciones ecológicas, de las normas europeas que lo regulan y de un sinfín de ríos de tinta, el Ebro ha vuelto a ser arañado por las dragas para facilitar la navegación en un pequeño tramo.
Históricamente las gravas y cantos rodados que se extraían de los ríos cumplían fundamentalmente con dos finalidades. La primera era la de extracción de áridos que luego se aprovechaban en la construcción civil, y la segunda la limpieza de los cauces para evitar inundaciones en algunos tramos.
Pero la sociedad demandó más agua, reguló mediante embalses el flujo natural del agua, modificó la estructura de los ríos y los convirtió en una parte más de la economía. Regular los riegos, obtener electricidad y almacenar agua para el consumo humano y de la industria, son necesidades reales a las que hay que dar respuesta.
El agua es riqueza, pero por ello hay que saber administrarla y cubrir esas necesidades con tiento y con talento. Desde la sabiduría ancestral de los regantes romanos o musulmanes, hasta la actualidad, se han ido estableciendo nuevas formas de aprovechamiento y por qué no decirlo de enriquecimiento a costa del agua. El Pacto del Agua, tan traído y llevado, no ha logrado establecer un acuerdo general sobre cómo repartirse este escaso bien entre distintas cuencas, caudales mínimos, propiedad de uso, trasvases y reclamaciones de intereses históricos por el hecho de estar junto a un río.
Pero pasó la época del que quiera peces que se moje el culo. Ahora hay que mojarse en los despachos, en las instituciones y en la calle. Hay que salvaguardar los ríos y mantenerlos vivos por el bien de todos.
El otro día os invitaba a conocer el Gállego y a entender por qué hay oposición al embalse de Biscarrués. Hoy os hablo del Ebro y de un dragado absurdo para meter unos barcos turísticos que son un disparate económico y ecológico. Una cabezonada de unos ediles que nunca han sabido explicar por qué lo han hecho. ¿Por qué se construyó un azud inutil?. ¿Para qué aumentar la lámina de agua unos pocos centímetros?. ¡Para darse un paseo por el río!.
Es un atentado contra el río, contra el sentido común de los zaragozanos y una idea estúpida que encima cuesta un dineral. Modificar el equilibrio de un río del tipo del Ebro, por un interés tan poco claro, es una insensatez y no queda justificada por un mero atractivo turístico. Algo tendrá que decir la CHE (Configuaración Hidrográfica del Ebro)
Para navegar por el río es mejor hacerlo con el espíritu de la FLUVIOFELICIDAD, pero en el lugar adecuado y con una mente dispuesta a entender el río desde dentro, sobre una canoa y sin dañarlo más de lo que ya está.