Ayer entré en un sitio nuevo (para mí) de «tapas». Muy «cuco» y original en la decoración, y un chico en la barra con un look muy actual, y con un aire «casual» que iba muy bien con el decorado. Pero ni es camarero, ni creo que llegue a descubrir lo que conlleva ser profesional de hostelería, que es mucho más que estar «mono» detrás de una barra.
La cuestión es que cada vez nos acostumbramos más y más a ver gente «fuera de lugar», en trabajos para los que no están preparados o que desempeñan sin la debida dedicación y entrega que requieren determinados oficios. Hay una tendencia generalizada a confundir al «profesional» con el «trabajador».
Cuando se habla de emprendedores, de generar empleo, de crear puestos de trabajo, asumimos que cualquiera puede hacer un trabajo y que la suerte nos echará una manita una vez comenzado el proyecto. Un error de bulto que luego nos acarreará más de un quebradero de cabeza, porque para una pequeña empresa el factor humano es vital.
Si nos conformamos con un trabajador en lugar de un profesional, seguro que sobre el papel el balance de pagos en nóminas es mucho más barato y aparentemente más rentable que contar con un verdadero profesional, cuyo precio y expectativas son mayores, pero cuyo rendimiento es de manera inmediata un factor clave para el éxito de nuestra empresa.
El chico del bar es solo un ejemplo extrapolable a cualquier otra actividad. Ayer perdió varios clientes de una sola tacada, por muy buenas que estaban las tapas. Los clientes somos ante todo muy «veleidosos», caprichosos, exigentes, volubles, críticos; y un pequeño gesto nos hace cambiar de «parecer» y buscar otras alternativas, en las que de manera inconsciente muchas veces, veamos satisfechas unas expectativas que ni siquiera sabemos definir.
En general la crítica es muy fácil, somos capaces de distinguir a primera vista lo que es bueno de lo que no lo es tanto, apreciamos lo armónico y desechamos lo chirriante, tenemos una idea abstracta de lo que nos agrada o nos molesta, pero al final nos movemos por impulsos, por sensaciones, más que por un análisis minucioso de las circunstancias, y de lo objetivo.
Cuando llamas a la puerta de un PROFESIONAL enseguida transmite confianza y conocimiento, te asesora, te da alternativas y soluciones concretas ante lo que tú estás planteando, te invita a conocer su mundo y te lleva al final a un producto que es él mismo. Y normalmente quedas satisfecho de su trabajo porque para eso es su Profesión.
Q razón tienes…. Abajo la gente sólo guapa,arriba los profesionales