(ver colección de fotos de Cerler y Benasque de alasdeplomo)
Hoy estamos blancos hasta las cejas de tanta nieve, como un molinero antiguo tras acabar la molienda. Pero la nieve tiene un lado más placentero, menos problemático y constituye el «oro blanco» de nuestros valles. De no haber descubierto el esquí habría que haber «liquidado» definitivamente los pueblos de montaña ante la falta de recursos para subsistir en estas condiciones tan duras.
Benasque es un claro ejemplo de la transformación de un pueblo a lo largo de su historia. Partiendo de la época romana hasta la Edad Media y perteneciendo al Condado de Ribagorza, experimentó diferentes momentos de crecimiento o declive sucesivos dado el dificil acceso a un valle cerrado y sin comunicación con la civilización salvo un estrecho paso «El congosto de Ventamillo» excavado por el río Esera y «acondicionado» por el hombre para salir al exterior.
El valle de Benasque ha sido por ello el que se ha mantenido más «virgen» y resistido a la invasión masiva del turismo por esta dificultad en la comunicación. Sin embargo hace años que volvió a surgir con fuerza el fenómeno del turismo en la zona potenciado por la proximidad de los montes más emblemáticos del Pirineo, el Aneto y el Macizo de Posets-Maladeta. Estos montes de tresmil metros de siempre han sido el reto alpinista de nuestros grandes montañeros.
Los baños de Benasque, el Hospital y sobre todo el propio pueblo se han convertido en centros turísticos de primera magnitud tanto en invierno como en verano y sus pobladores pueden vivir con dignidad gracias a una industria cada vez más fuerte: el esquí.
La estación de Cerler ha sido la que con más fuerza ha crecido en Aragón en los últimos años, ha invertido mucho en mejorar las pistas, en cañones de innivación artificial para cuando la climatología no es tan propicia y sobre todo están mirando al futuro con una gigantesca ampliación que hará de ella la mayor estación de esquí española. Si les dejan seguro que la hacen maravillosa. Ya lo es y yo no pararía de cantar sus excelencias a todo el mundo. Pero sencillamente allí es donde se me olvidan todos los problemas, disfruto de la naturaleza hasta que me abandona la fuerza en las piernas, (lo cual ocurre cada año con menos bajadas). Pero disfruto como un niño cada vez que veo el panorama que te rodea desde cualquiera de sus pistas. Las cumbres próximas y nevadas, los valles con niebla, los senderos entre árboles y la naturaleza pura y dura me transportan a un estado de paz interior muy dificil de contar.
Este es el lado bueno de la nieve, la virtud de lo blanco, la sensación de insonoridad, el crujir de la tabla sobre los copos… todo un mundo que explorar al que podeis llegar viendo algunas fotos que como siempre os las dedico a los que no podeis acercaros hasta allí. Y si podeis hacerlo olvidaros de ellas y contempladlo con vuestros propios ojos. ¡Nunca os defraudará!.
Lamia, Por mí puedes coger todas y luego tiras las que no te sirvan. En un par de días buenos hago un montón de fotos. Con lo de las cámaras digitales da gusto no tener que pagar el revelado…Así que ¡sirvete!, será un honor servir de apoyo a tu verbo magnífico.
No sé por cuál de ellas decidirme, Carlos. Son todas preciosas. No descarto «robarte» alguna para ilustrar mis ensoñaciones.