Una de las cosas más importantes para subir a un avión con confianza es tener la completa seguridad de que los pilotos y la tripulación auxiliar conocen y dominan lo más perfectamente posible sus obligaciones y responsabilidades. Cada uno tiene unas tareas que cumplir en caso de emergencia, y la atención al cliente es una «deferencia» de las compañías para hacer el vuelo más ameno y agradable y cómo no satisfactorio en todos sus aspectos. Los refrigerios como las bebidas son un tema ajeno al vuelo, por lo que lo que se da de forma «gratuita» es discrecional como un complemento a la calidad y a la atención. Pero ya dije que las azafatas no son «chachas». Están ahí para «evacuar» el avión de manera rápida y eficaz en caso de que sea necesario y sobre todo para que los pasajeros estén tranquilos y bien a gusto en el avión.
Mientras tanto los pilotos que están «encerrados» en la cabina están a lo suyo, con sus relojes, y sus botones. Pero su trabajo no comienza en el momento de meterse en el cockpit, sino mucho antes, algunos como yo empezamos el vuelo justo el día anterior, cuando miramos las previsiones meteorológicas en la televisión o mejor ahora en internet. Desde ese momento ya nos hacemos una idea general de qué nos podemos esperar a lo largo de una jornada de vuelos.
Lamentablemente las condiciones meteorológicas no las podemos elegir, así que nos toca «apechugar» con lo que caiga en cada momento del vuelo. Obviamente hay circunstancias más o menos desfavorables según la naturaleza de las mismas, ya que no es lo mismo una niebla engelante, que un banco de niebla aislado, ni una niebla de radiación o una niebla de precipitación. Si hablaramos de nubes las hay para todos los gustos, y qué dcir de las turbulencias o las tormentas, o una nevada…
Pero sean cuales sean estas condiciones el «criterio» con el que se debe afrontar cada situación hace que la preparación y análisis de las circunstancias presentes sea el factor determinante a la hora de tomar la decisión de iniciar el vuelo «posponerlo» o tal vez «cancelarlo«. Incluso una vez iniciado el mismo hay que evaluar si lo que te encuentras permite o no continuarlo en las condiciones necesarias para el desarrollo seguro hasta el destino.
Todos habeis experimentado la sensación de impotencia que se produce cuando se cancela un vuelo por la razón que sea. Si es tan evidente que todo el mundo ve que no hay posibilidad de despegar no pasa nada más que un trastorno motivado por el cambio de planes que nos fuerzan a hacer: cancelar una reunión, posponer la firma de un contrato o ver a tu familia un día más tarde de lo previsto. A veces las vacaciones se pueden convertir en una odisea lamentable por haber perdido distintas conexiones y/o el alojamiento en un hotel, siendo poco agradecidos con las alternativas que se nos ofrecen para paliar tanto desarreglo.
Sin embargo hay ocasiones en que la cosa no parece tan clara a la vista de un viajero impaciente por llegar a su destino (para eso ha pagado y exige responsabilidades). Es lógico y natural, de hecho el billete es un contrato de transporte y por tanto su incumplimiento por una de las partes conlleva un resarcimiento legal que se establece clarísimamente. ¡Aunque el cabreo no nos lo quita nadie!.
Con todas estas consideraciones los pilotos de líneas aéreas se ven sometidos a una «delicada» responsabilidad hacia sus pasajeros. Por un lado quiere que se cumplan las expectativas de viaje que se han contratado con la compañía, quiere que la compañía obtenga beneficio y pueda rentabilizar al máximo sus vuelos y desde luego sin que los intereses de todos ellos se vean menoscabados por una actuación irresponsable. Así que cuando las causas objetivas de la suspensión o cancelación de un vuelo no dan lugar a la duda, los primeros afectados son ellos.
No es mejor piloto aquél que vuela en cualquier circunstancia o bajo cualquier condición, un piloto civil es el responsable último de que todo vaya según se desea y a veces ha de ir en contra de lo que los demás le exigen sin conocer lo que ha motivado esa decisión que va a conllevar tantos problemas.
Siempre dije que si un pasajero pudiera elegir el piloto tal vez hubiera preferido volar conmigo que con otros. No por nada, sino porque siempre tendría la garantía de que se estaba haciendo lo mejor para él aunque pareciera lo contrario. (Afortunadamente la inmensa mayoría de profesionales es así, por lo que seguramente también merece la pena elegirles a ellos). Sin embargo la mayoría de «criticones» de los pilotos sólo ven la parte superficial de un trabajo serio y sereno.
Hace años hubo un desgraciado accidente en Melilla en el que perdieron la vida un buen número de personas, incluida la tripulación. Meses después mi sorpresa fué grande cuando hablando con una persona que trabajaba habitualmente en el aeropuerto, me dijo que aquél piloto era considerado el mejor de aquella compañía. El criterio que se le aplicaba era que siempre conseguía aterrizar allí mientras que otros no se «atrevían» siquiera a intentarlo. Tal vez fuera verdad que era muy buen piloto, que seguramente su pericia era mayor que la de otros, pero lo que sí es cierto que los otros siguen yendo a Melilla todavía y a otros destinos, con total seguridad. Mientras que aquel pobre piloto dejó su vida en un empeño que no debería haber acometido en aquellas circunstancias. Tal vez se equivocó una sola vez en toda su vida, pero aquello supuso la vida de gente inocente y la suya propia y finalmente le dió la puntilla a la compañía a la que tanto bien le hacía. ¡Cerró al cabo de un par de meses!.
La moraleja de todo este rollo es una sola: no queremos héroes, ni barones rojos derribando enemigos, queremos profesionales serios y sensatos, aunque parezca que lo que deciden es siempre por joder al sufrido pasajero.