Energía única

 

 

Energía sólo hay una y,  ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Este principio, el primero en termodinámica, se conoce como Ley de conservación de la energía.

Si partimos pues del PRINCIPIO, habría que ser consecuentes a la hora de hablar de energías, ya que como las madres sólo tenemos una. Tendríamos que hablar entonces de manifestaciones de la energía, como ese potencial para poder realizar un trabajo, que es el concepto por el que se define en la física esa abstracción de la que nos ocupamos.

Así que es un tanto absurdo, desde un punto de vista teórico, hablar de energías limpias, energías alternativas, energías sostenibles, energías ecológicas, y toda esa lista de grandilocuentes expresiones que se utilizan para hablar de una misma cosa.

La única energía limpia que existe es la que no se consume, la que no tenemos que producir, y por tanto la que se extrae de forma natural sin necesidad de someterla a ninguna transformación humana. El viento que impulsa una vela de barco, o que derriba un árbol;  la corriente de un río arrastrando un tronco, o inundando los labrantíos (crecidas del Nilo);  el oleaje del mar que bate contra la costa, o que penetra en forma de tsunami. Eso es energía en estado PURO, sin manufacturar, y que se deja notar con furia cuando la Naturaleza lo dicta.

Ya en la antigüedad se hablaba tan solo de cuatro elementos, tierra, fuego, agua y aire. Cada uno de ellos con su propia energía dispuesta para ser aprovechada, energía telúrica, energía térmica, energía hidraúlica y energía eólica. Una energía esperando a que la utilicemos sabiamente y sin derrocharla.

El hombre, como especie, ha llegado a extremos imposibles de satisfacer en cuanto a demanda de energía. Ha aprovechado y abusado de la energía hasta límites que desbordan cualquier previsión. Ha conseguido llenar el aire de toneladas de partículas producidas por los combustibles fósiles (petróleo, carbón) y alterado el frágil equilibrio entre oxígeno y ozono. Ha basado su «poderío» en el dominio del petróleo (hoy por hoy casi insustituible en el sistema que hemos creado), pero ha sido demasiado ambicioso y se ha sometido a una dependencia económica total en un bien finito.

Ha pasado del vapor obtenido quemando carbón y bosques, al vapor que se genera en una central nuclear. Utiliza la energía solar, transformándola en electricidad mediante células fotovoltaicas, plantas gigantes que adoran al dios Eolo, esperando que los vientos sean favorables, ha inundado los valles para sacar miles de wattios en forma de energía lavada con agua… y así sucesivamente.

Pero no ha dado con la clave de su buen uso. Tenemos energía, pero la despilfarramos sin ninguna conciencia. Hemos desarrollado mil y una maneras de aprovechar la energía, pero sin preocuparnos de la repercusión que acarrea.

Vuelven a ser los elementos primitivos los que nos colocan en nuestro sitio, en la tierra, en nuestra verdadera fuente de vida… y de muerte. Los movimientos telúricos (sísmicos), la irrefrenable locura del mar invadiendo y dejando el rastro de desolación que sucede a la tormenta, el fuego que se alía con el viento para arrasar millones de árboles que nos alimentan de oxígeno en un ciclo interminable entre la noche y el día.

Estamos sentados con la cabeza gacha, maldiciendo a los dioses ancestrales, por no haber sabido aplacar sus iras, por haber vuelto a avisar de que su poder y su energía son infinitos. Vemos impotentes las tragedias que se suceden en cualquier lugar de la tierra. Ahora desgraciadamente en Japón, hace muy poquito en Chile, antes en Haití, y seguimos esperando el «apocalipsis» nuclear que prometen ciertos augures.

Seguimos luchando incansables contra los elementos, sin ser conscientes de que contra ellos no se puede más que demorar la derrota, nunca vencerlos. La tierra no es nuestra enemiga, nosotros luchamos contra ella como invasores en vez de, como huéspedes de paso, aceptar su hospitalidad. Somos insensatos a la vez que ingratos, porque nuestra vida depende de ella en todo.

Volvamos la vista atrás, hasta el subconsciente primitivo de nuestro córtex, extraigamos el miedo que nos produjo el fuego por primera vez, recordemos el temor al océano infinito ante su enormidad, protejámonos del frío viento y de la lluvia, porque todos ellos seguirán ahí cuando nosotros nos hayamos ido.

Volvamos a ser lo que hemos olvidado que somos, una especie que se puede extinguir, una más de tantas, que ha cometido el error de enfrentarse a su propia supervivencia atacando a lo que le permite vivir.

Y puesto que empezaba el artículo haciendo referencia a la termodinámica, recordemos el segundo principio: La cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo, lo cual demuestra el caracter irreversible de los fenómenos físicos, y que tienden a alcanzar el máximo grado de Entropía, de desorden. El resto es pura quimera…

 

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

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