Acabo de leer un «espeluznante» relato de Sofi en el que cuenta cómo la Bernarda , en Biescas, ha sido tomada al asalto por unos invasores pequeñitos, los niños, una vez que sus papás han encontrado el sitio óptimo para que den rienda suelta a sus energías. Un bar sin humo es el sitio ideal para que, con una cañita mientras los padres fuman en la calle, los niños estén guarecidos del frío y además con camareros-niñeras gratis.
No sé si os conté que en un bar, con la vajilla por las mesas, las tapas y comida circulando por el local, una «ab-negada» madre aprovechó el nuevo espacio, libre de humos, para cambiar el pañal de su bebé, encima de una mesa que no está concebida como cambiador de pañales. Ni siquiera en la mayoría de los baños de centros oficiales se ha pensado en instalar estas plataformas abatibles para facilitar esta necesidad ciudadana. Sin embargo en los «toilets» de muchos aviones sí que están disponibles.
Entiendo que la caca de un bebé es capaz de contaminar un alimento, de hecho la cantidad de bacterias que entran en la compocisición de las heces, hace que la reglamentación en materia sanitaria exija el carnet de manipulador de alimentos a aquellos que tienen que tener contacto con productos de consumo humano. Sin embargo nadie había previsto un comportamiento de este tipo por parte de unos padres que hacen ostentación y uso del derecho a entrar en un establecimiento de hostelería a tomarse un café para cambiar el pañal de su bebé.
Mis adorables hijos también fueron bebés, y daban la murga como cualquier niño. Pero la daban en el parque, donde su mamá (y su papá cuando tenía libre) les llevaba a diario a «desfogarse» y pringarse de tierra hasta lo más recóndito de su cuerpo. ¡Cuántas lombrices intestinales han fabricado por comerse la arena de un terrario!. ¡Cuántos mocos importados del cole!. ¡Cuántos piojos de huéspedes hemos tenido que alimentar!. ¡Cuántos hongos cándidos en la boca!.
Pero seguían estando en la calle, en sus parques, y como mucho en las terrazas de algunos lugares a los que acudíamos los padres con niños pequeños y que nos mirábamos con educación pidiendo disculpas por las molestias de nuestros niños, aceptando de buen grado las que nos provocaban los niños de los demás. Era un acuerdo tácito de convivencia resignada, acepatando que todos teníamos la misma necesidad de esparcimiento, y que la supeditábamos a las necesidades de los niños.
Ahora han ampliado el espacio disponible no sólo a esos reductos al aire libre, sino que han allanado la morada de unos pobres empresarios de unos modestos negocios, que nunca habían pensado montar una guardería, ni mucho menos un «cagadero» infantil (el caganet es para el Belén). Tampoco tenían previsto que un pequeño local con cuatro mesas, acabe convertido en un cambia pañales, parking de cochecitos «último modelo del maxi no se qué», y que con un agua mineral la mamá «eche la tarde» con las amigas hasta que llegue el papi del curro y, a lo mejor, se pida hasta una caña.
Como anécdota debo deciros que un 19 de Marzo, día del padre, celebrábamos el nacimiento de nuestra niña, acompañados del mayor de mis hijos y de los abuelos. Tenía entonces 15 meses justos la criatura, y unos celos de la recién nacida que afloraron cuando el día 10 nació su hermanita. Os juro que apenas pude probar bocado, niño con papá, la mamá recién parida, los abuelos sin saber dónde meterse, y el resto de comensales del restaurante deseando clavar el cuchillo en nuestros corazones en lugar de en el solomillo… Desastrosa celebración. Tardamos alrededor de tres o cuatro años en volver a entrar a un restaurante con nuestros pequeños, porque nadie tenía la culpa de nuestros deseos de ser padres.
Cuando estuvimos seguros de que esos niños eran capaces de estar sentaditos la mayor parte del tiempo que duraba la comida, de no chillar porque no les gustaba el menú, y de no subirse a la mesa a tirar migas de pan al señor del bigote, es cuando hicimos el primer intento de reunirnos de nuevo en familia a comer con «NUESTROS» niños en un restaurante. Mientras tanto parque y más parque, fiestas en los chiqui- espacios, y a patinar o andar en bici por una placita recoleta. Todo, menos molestar a los demás. Y eso sí, las cacas nunca tuvimos necesidad de cambiarlas en un establecimiento abierto al público.
Pronto vendrá la primavera, las terrazas se poblarán de fumadores recuperándose de las pulmonías invernales, los esputos de la tisis saldrán cargados de miasmas, contaminando el aire y contagiando al resto de los mortales no fumadores. Me veo al Parlamento aprobando una nueva ley que prohíba toser en público, y protegiendo la salud de los «tuberculosos pasivos». Nadie les echará a la cara el humo de un cigarrillo cancerígeno, ni les obligará a inhalar esos vapores malsanos que expelemos de nuestros pulmones rellenos de alquitrán. Ahora directamente les rociaremos de bacilos de Koch, y por supuesto de estreptococos, estafilococos, y pneumococcos.
La tuberculosis había sido erradicada de nuestro país hace muchísimos años, pero se ha notado un repunte alarmante en los últimos años. Cosas de la globalización, de la movilidad o de la alianza de civilizaciones, vaya usted a saber. Pero es un hecho que las autoridades sanitarias han constatado, y sigue creciendo el número de personas afectadas por esta patología; basta para comprobarlo con acercarse por cualquier planta de infecciosos de cualquier hospital.
Digo esto porque, aunque parezca que lo digo en broma, es más que probable que incluso en verano haya posibilidad de contagio de este tipo de infecciones pulmonares. Y me temo que acaben echando la culpa de ellas a los fumadores, que no se cuidan, y perjudican la salud del resto de los mortales. Ah, y no se os ocurra ir a fumar al monte, que también está prohibido y bien prohibido que está. A ver si luego también se culpa a un fumador por haber arrasado los montes patrios con cualquier fuego de los miles que se provocan en el estío.
Queridos fumadores míos, los que compartís conmigo la desgracia de ser fumadores, ¿por qué seguimos fumando?. Nos van a culpabilizar de todos los males ajenos, de atentar no sólo contra la salud de los niños y ancianos, de quemar los montes, de arruinar a la Seguridad social con nuestros enfisemas y nuestros cánceres de pulmón, de contribuir a que el agujero de ozono crezca hasta el límite de supervivencia de la raza humana, y de todos los males que surgieron de la caja de Pandora.
Vamos a ser -si no lo somos ya- los mayores demonios sociales que se hayan podido conocer, las causas de todos los males. ¡Dejemos de fumar!, como podamos, o acabaremos todos en la cárcel, cuplables del delito de «fumador-terrorista». Claro que ahí sí que nos permitirán fumar, qué cosas. Igual, si no podemos abandonar la adicción, sería momento de ir eligiendo celda con buenas vistas al patio. Creo que me daré una vuelta por Zuera a ver cómo andan de ocupación las galerías…
laMima, ya sabes que con humor todo marcha mejor… pero es que mi «rebeldía» innata me desborda a veces. Y todo por no querer dejar de fumar porque lo «manden». jeje. al final lo dejaré (sé cuándo y por qué) pero no tiene nada que ver más que por mi propia voluntad. 😉
Así me gusta, viendo el lado bueno de las cosas…:)
Besos.
Vito, ya sabes que estoy rabioso… ¡necesitaba liberar tensiones!. A tí que has sufrido mis humos sí que te pedí disculpas en cierta ocasión. ¿ O no?. jeje
Y me estoy adaptando «resignadamente» a la calle. Y aún es más están surgiendo nuevos amigos a la puerta de los bares. Antes no hablaba nadie con nadie, ahora los fumadores de puerta, entablamos charlas amenas sobre la ley, sobre economía, salud, pensiones, terrorismo y tantos temas que nos proporcionan esos políticos a los que aludes. Cuidado que de seguir así las cosas hacemos «pandilla» y formamos un lobby del fumador callejero… ¡tiembla, Parlamento! 😉
Evocar la Ley Seca no viene al caso, querido amigo, pues el tabaco sigue siendo un producto legal. No he conocido nunca un fumador que al entrar en un bar preguntara a la concurrencia si podía encender un cigarrilo por si molestaba a alguien, por no hablar de los inumerables plantes y descaros a los que nos enfrentamos día a día los no fumadores. Los fumadores nunca han tenido demasiados miramientos y siempre derechos que únicamente limita la nueva ley a espacios abiertos o privados. Hay que saber adaptarse, tampoco es tan difícil, y dejemos las batallas de las injusticias sociales para temas que de verdad importen, pues gracias a nuestros desafortunados plíticos tenemos una gran variedad de problemas de los que preocuparnos y que nos afectan a todos.
laMima, no quiero que me interpretes mal. Digo que el tabaco es nefasto, que nadie debe sufrir por culpa del humo ajeno, que tienes razón.
Yo no pongo excusas por mi dependencia «temporal» al vicio. Ni justifico que se fume en cualquier lugar, ni mucho menos que se busque cómo hacer para erradicar esta costumbre insana.
Sólo sé que quiero dejarlo, pero no por imposición, sino por convicción. Estoy convencido de que quienes intenten dejarlo para no sufrir estos «inconvenientes», en cuanto se suavice la temperatura, volverán a fumar… porque sabes muy bien lo que te costó hacerlo cuando decidiste.
Yo dudo de la eficacia de esta norma, de su oportunidad, de su verdad. No creo tampoco que fomente la salud, porque entre otras cosas no han prohibido la venta, ni han restringido la fabricación, ni han controlado la química que añaden…
Han trasladado el centro de atención en una dirección que no es la verdadera preocupación por nuestra salud.
En todo caso, la ley seca provoca más problemas que el «presunto» mal que intenta atajar… http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_seca
Y poco a poco veremos esa «reconversión» en qué desemboca.
Pero insisto, yo no defiendo que se fume, sino que me parece que el modo en que se ha modificado la ley no es el más apropiado/conveniente/meditado e IMPUESTO. Besicos. 😉
Si algo tengo más claro que el agua es la hipocresía política Carlos: aquí lo único que hay que hacer es prohibir fabricar tabaco (o, para empezar, hacerlo única y exclusivamente con la hoja de tabaco. SIN AÑADIR NADA MÁS). Es obvio que estamos en manos del poder económico que da un negocio así y eso, como tantas y tantas cosas, costará erradicarlo.
Como terminar con los problemas sanitarios que aún quedan por pasar fruto de los años en que el cigarro era «un placer genial y sensual» (y que cuestan mucho dolor y mucho dinero).
Hace mucho tiempo que sabemos/sabéis que algo así tenía que llegar; no ha podido pillar de nuevas a nadie jolines.
No vale mirar a otro lado (precio de la cajetilla, impuestos….) me parecen excusas Carlos.
Esta ley solo tiene una cara: la de la gente que no quiere respirar el humo ajeno y tiene derecho a ello. El espacio público ha de ser respetuoso por definición Carlos y los fumadores hemos hecho (y entono el mea culpa de mi época tabaquera) de nuestra capa un sayo demasiado tiempo. Sin respeto, sin educación (todavía había gente que fumaba en ascensores jolines…) creo que los propios fumadores son los responsables de que la cosa haya tenido que llegar a este punto.
No queda otra que prohibirlo Carlos, no queda otra.
Yo, desde que nació Daniel, no había pisado un «pequeño» bar con él. Ahora no tengo problema en tomar vermut con mis hijos en invierno en cualquier garito. Dando dinero a un pequeño autónomo, no a una gran superficie como hasta ahora.
Insisto, no busquemos excusas: fumad lo que queráis en casa, por la calle… pero teniendo en cuenta a los demás. El negocio hostelero se reconvertirá y, si lo dejáis, volverá a ser boyante sin envenenar a sus camareros.
laMima, en lo que me conoces, sabes que procuro generalmente hacerme eco de algunas injusticias (no abarco todas) y esta ley me parece injusta, desmedida y abusiva. Y no porque defienda el que fumar sea bueno para nadie.
Creo que recordarás mi felicidad cuando conseguí dejarlo durante nueve meses. Luego recaí y llevo bastantes meses buscando el momento en que me decida a intentarlo y conseguirlo de nuevo. Querría que fuera definitivo…
No defiendo que fumar sea bueno, sino que me opongo a la hipocresía política de impedir fumar mientras extienden su red comercial a cualquier lugar (gasolineras, quioscos, etc.). Si reconocieran que la dependencia a la nicotina (más los aditivos «ADICTIVOS») es una enfermedad, acabarían posibilitando su venta en las farmacias, y seguirían aumentando la carga de impuestos que lleva el tabaco (alrededor de un 70% del PVP).
Sabes mucho de luchas por cambiar la mentalidad de toda una sociedad ciega y poco reflexiva hacia ciertas materias sensibles.
Te juro que aunque deje de fumar, seguiré diciendo que es una ley producto de unos políticos mentecatos y cerriles. Han dado la puntilla a muchos pequeños bares, que tienen ya los días contados aunque todavía no se vea el efecto.
Y si la fecha de aplicación hubiera sido a mitad de primavera, el tránsito hubiera sido más llevadero para todos. En la calle se está mejor que en un bar lleno de humo, incluso los fumadores, pero el frío no contribuye a adaptarse progresivamente a un nuevo estado y una nueva forma de fumar sin molestar, ni perjudicar al resto.
Y si de verdad fuera lo que propugnan, no seguirían subiendo el precio, sencillamente dejarían de hacer negocio con algo tan peligroso como el tabaco. Gracias por tu «cuñita» en mi lado bueno, me has hecho abrir la espita de la sinceridad… 😉
Carlos, no busques excusas, Nadie os culpabiliza de TODOS los males ajenos, solo de alguno…y me parece que con razón. ¿O NO?
Puedes fumar en tu casa, en la calle…solo te han dicho que no lo hagas donde puedes hacer daño a los demás. Me parece que es tan justo como pedir a esos papis que cambien el pañal del peque en otro lugar. O más, si me apuras.
Carlos, el tabaco es muy jodido, no lo olvides. solo se te pide que no jodas a los demás. Soy ex-fumadora (9 años) tolerante pero feliz de poder entrar en un bar sin arrepentirme al volver a casa del olor de mi ropa, de la rojez de mis ojos….
Carlos, el tabaco es veneno. Si quieres estar con él vale, pero por favor, no los demás.