Una vez más los noticiarios tienen algo «divertido» con lo que llenar de basura cientos de espacios, escritos o en imágenes. Han tenido un llamativo accidente marítimo, de un magnífico crucero italiano, el Costa Concordia, y con cientos de presunciones y especulaciones gratuitas.
En Derecho Marítimo, del que surgió y se copió el Derecho Aéreo, establece siempre la responsabilidad en el capitán del navío en cuanto a que de su actuación depende la seguridad del propio buque y sus ocupantes. En el caso de un accidente, su labor continúa siendo trascendental para minimizar las consecuencias de lo sucedido y evacuar al pasaje coordinando y dirigiendo las actuaciones de la tripulación en bloque; por tanto, la máxima de que el capitán debe ser el último en abandonar el barco es obviamente por algo más que por honor, porque de su gestión en la operación depende que se puedan evitar muertes o heridos innecesarios.
Ahora bien, juzgar fuera de un tribunal a quien asume tanta responsabilidad, que llega hasta penas de prisión mayor en determinados actos que pueden considerarse como delictivos por, negligencia, abandono del servicio y homicidio involuntario, es algo demasiado importante como para que cualquiera de nosotros se erija en juez y fiscal y condenemos sin darle la posibilidad de una defensa a quien se le atribuyen dichos actos.
Sin duda que los más de cuatro mil afectados que sufrieron en directo la colisión con las rocas, que vieron en riesgo sus vidas, y que sintieron la urgencia de abandonar cuanto antes el lugar en que se veían atrapados, les da sobradas razones para comentar/criticar lo ocurrido. Pero la percepción de la magnitud y de cómo se deben hacer las cosas en una situación así se escapa en general de lo que la mayoría entendemos como «correcto» o «adecuado» a dicha situación.
No es ni mucho menos fácil coordinar a cientos de tripulantes, y miles de personas asustadas para que la evacuación se haga como se debería. La simulación de estas prácticas, el ejercicio y entrenamiento de todos, es un aspecto importantísimo para el éxito en caso de que se convierta en real y necesario realizarlo. Pero no podemos prever la reacción individual de tanta gente, ni siquiera la nuestra propia, así que hay que tener de verdad mucho autocontrol, capacidad de liderazgo y haber estudiado ejemplos previos, analizado errores ajenos, y asimilado la herencia de la experiencia ancestral de quienes surcaron los mares en peores condiciones y menos medios técnicos.
A mí particularmente me interesa más de este suceso las causas que lo han provocado, si fué un error de navegación, una mala información de las cartas naúticas, un exceso de confianza en su propia experiencia, o simplemente una fatalidad imprevisible. Por tanto, como siempre, esperaré al informe pericial que dé los datos de cómo se sucedieron los hechos, de cómo se actuó, de quién lo hizo correctamente y quién se equivocó y sobre todo de cómo se puede evitar que ocurra algo parecido por esas causas.
Todo lo demás desgraciadamente se cuenta por el número de víctimas y que, aunque «sólo» haya habido tres muertes, son demasiadas para cualquier conciencia. Dejemos que este capitán defienda sus causas pendientes donde tiene que defenderlas, hagamos un sentido homenaje de pesar a las familias de las víctimas, y confiemos en que de estas tristes lecciones obtengan aprendizaje el resto de marineros que dedican sus vidas al mar, y que Neptuno o Poseidón acojan en su reino a quienes sin querer han ido a parar a él. D.E.P.
Línea oscura, puede que fuera solamente algo muy inoportuno… pero el morbo está servido. 🙁
Cuando leí esta noticia en no recuerdo que periódico digital ví que justo al lado se anunciaba un viaje en crucero. Me imagino que no tendrían otro sitio donde publicitarlo…