Conforme vas visitando pabellones vas obteniendo respuestas a lo que significa el agua o el desarrollo para cada país o comunidad. Sin embargo a veces tienes la sensación de que el agua ha sido traída un poco como «a la fuerza» para que encaje en lo que no deja de ser más que un bazar o una oficina de turismo.
De todos modos cada uno lo enfoca como quiere y al resto nos toca disfrutar de lo que gentilmente nos ofrecen. Por ejemplo México (Lindo y querido…) nos ha traído unos fenomenales triciclos donde pasear sin gastar una gota de sudor propio, ahora que el calor ha hecho acto de presencia en nuestro territorio. Ahí volvimos a hacer un poco el primo, ya que desde la planta superior, donde está la cantina, hicimos cola en el ascensor pensando que era la forma de entrar al pabellón, para descubrir que una vez abajo estás de nuevo en la calle y ante la fila de acceso al mismo. Luego es agradable estar un par de minutos sentadito a la fresca viendo zonas naturales del país donde tienen paraísos acuáticos.
Pasamos a Uganda que por cosas de la nueva geopolítica mundial ahora es vecino de México. Ahí te recibe una hermosa azafata (de madera) y te invita a ver a sus primas y a sus demonios. Asusta un poco ver la «planta carnívora» (afortunadamente de cartón-piedra) y te recreas en un estanque donde el cocodrilo también es de plástico.
Uganda limita al norte con Nepal y después de ofrecer tus oraciones a Buda mediante los conocidos cilindros de oración , penetras en un mercado nepalí donde las féminas principalmente tienen ocasión de hurgar en infinitas piezas de bisutería, orfebrería, cuencos de relajación, y cientos de objetos que les (nos) gustan. En cuanto al agua, aparece una fuente de varios caños que explica cómo en su cultura el agua ha pasado a considerarse una divinidad en sí misma y a la que se le dedican sus oraciones. Finalizas la sesión de compras tocando en la campana a la salida. (y además viendo mis fotos).