La segunda de las fábulas que «distribuí» hace referencia a la ingenuidad. Los niños son el paradigma de ella. Pero yo he llegado al convencimiento de que los adultos somos todavía más «ingenuos/estúpidos» aún.
Cuantas más ganas tenemos de que algo suceda, más dispuestos estamos a creer aquello que nos interesa. Las falsas promesas de los empresarios, los estímulos a la productividad, y nuestra propia «ilusión», actuan como bálsamo cerebral. Preferimos creer que todo va a ser como nos lo presentan en el «teatrillo» en lugar de analizar la cruda realidad que confirme nuestras propias miserias.
Esta fábula fué un auténtico «Best-reader». A partir de ella muchos compañeros me empezaron a llamar MAESE, lo cual me produjo una gran satisfacción, obviamente, aunque nada cambió en nuestro comportamiento. Seguimos atendiendo a las «milongas» de la dirección, anestesiados por sus «buenas intenciones».
Me ha gustado mucho el relato, es mas comedido que el anterior y en este caso en casi cualquier empresa que se pusiera se darían por aludidos. Saludos