Ultimamente la cadena hotelera Hilton aparece ligada al nombre de una «elementa» cuyas andanzas dan de comer a los «carroñeros» de la prensa «amarilla». Lo último que ha trascendido es la «supuesta» reacción del fundador de la misma, desheredando a su nieta «favorita». Realmente me importa «un comino» o menos lo que hace o pueda hacer la niña. Pero me gustaría centrarme en los hoteles Hilton.Por motivos profesionales he tenido la suerte de alojarme en alguno de sus hoteles y puedo decir que son realmente magníficos. El prestigio de los mismos es sobradamente merecido y puede que sea la cadena más reconocida a nivel mundial.
Bien es cierto que hay hoteles más lujosos, exclusivos o diferentes, pero a nivel de cadena con unos standares de calidad altos, puede que sea la mejor.
En un viaje privado a Nueva York, con mi mujer, tuvimos la mala suerte de coincidir allí con un congreso nacional de zapateros norteamericanos. Debido a ello, la reserva que teníamos hecha en el hotel donde pernoctaban todas las tripulaciones de vuelo españolas, no había sido confirmada. No obstante era muy frecuente esa falta de confirmación y no podíamos imaginar que al llegar allí no tuviésemos alojamiento. ¡Pero así fué!.
Desde un teléfono del hall, comencé a llamar a distintos hoteles de la zona próxima, obteniendo en todos la misma respuesta: Completo.
Así que comenzamos un peregrinaje a pié en busca de hotel. Los taxis no paraban al levantar la mano, los «homeless» se refugiaban bajo sus cajas de cartón y la noche nos fué enfriando más los ánimos conforme recorríamos uno a uno todos los hoteles posibles. Cuando ya nos veíamos pidiendo asilo en una caja de cartón, dimos con un siniestro hotel al lado de Times Square.
El recepcionista estaba «guarecido» dentro de una «pecera» blindada, su uniforme era una mugrienta camisa tejana y «gorra» de los lakers o similar. Como el aspecto del sitio no era muy acogedor que digamos, pregunté si se podía ver la habitación, a lo que me respondió que sí previo pago por adelantado del importe. (Creo que 90 $ del año 1989). No estábamos en disposición de renunciar a nada, así que pagamos y nos condujeron a la «suite». Franqueada una puerta accedimos a un corredor exterior, mugriento y nos cruzamos con un oriental de gabardina cuyo aspecto era el de un «exhibicionista» que fuese a lucir sus encantos, el ascensor nos aceptó de mala gana y subió chirriando hasta llegar a la planta.
Nuestro botones, un tipo «seboso», nos franqueó el paso a la habitación y nos intentó dar un curso completo sobre el funcionamiento de la televisión mientras yo buscaba la propina para poder librarnos de él.
Apenas nos dejó solos pudimos apreciar todos los detalles de la decoración: cama grande con forma de hamaca (totalmente hundida hacia el centro), bañera costrosa de patas, teléfono de bakelita, sillón estilo «remordimiento», etc.
Lo que no sabíamos aún es que la habitación era compartida. Cuando intenté retirar el teléfono para dejar la billetera, apareció una enorme cucaracha sobre la mesita de noche. Así que no nos atrevimos a mirar más y ni siquiera nos sentamos a descansar un minuto.
Dejamos el equipaje en la habitación y nos fuimos a seguir buscando alojamiento. Teníamos miedo incluso de que al volver nos hubieran saqueado las maletas.
Nos dirigimos directamente al Hotel Hilton en la sexta ave. La recepción parecía el centro de operaciones de un ejército en plena batalla: Los faxes no paraban de escupir papeles, el teletipo desenrrollaba metros y metros de papel que nadie tenía tiempo de leer, los teléfonos no llegaban a posarse, y el personal del mostrador atendía simultáneamente a unos dos millones de personas que pagaban, pedían, firmaban,etc.,etc.
Una amable «negrita» (con todo mi cariño) nos atendió y buscó fecha libre. Sólo tendríamos habitación tres días después. Ahí nos desinflamos definitivamente. Así que le pedí que me facilitase más teléfonos de otros hoteles para intentar encontrar un hotel decente para dos semanas.
La buena chica, no sólo no nos dió ningún número de teléfono, sino que ella misma comenzó a llamar a varios de ellos hasta dar con un «colega» que le hacía el favor de alojar a sus clientes. No saltamos a través del mostrador para abrazarle y darle besos porque quién sabe si le hubiese molestado, pero nos hizo un favor extraordinario. Le dimos las gracias todo lo efusivamente que pudimos y fuimos directamente al hotel que ya nos había reservado. Ahí nos esperaban con la llave preparada y nos alojamos inmediatamente.
Ya sólo nos faltaba recoger nuestro equipaje (si quedaba algo de él), entramos a la habitación procurando no pisar a los inquilinos, afortunadamente las maletas estaban intactas, y nos fuimos más contentos que unas pascuas.
Al entregarle la llave al de la gorrilla nos miró con desgana y no dijo nada. Tal vez la habitación estaba pensada para guardar el equipaje de los «incautos» que llegasen como nosotros. De ser así el negocio es redondo.
Supongo que la categoría de un hotel se puede medir por muchos parámetros, pero desde luego la «atención al cliente» del Hilton es SUPERIOR.
Quizás te quede un poco lejos, pero en avión se tarda muy poco. Te recomiendo este hotel de 7 estrellas. http://es.wikipedia.org/wiki/Burj_al-Arab
Eso si, lleva la maleta llena de billetes.
Qué razón tienes…. Yo tengo unos amigos que siguen insistiendo en que los acompañe y viva la experiencia «única» del camping… En fin, donde esté un buen hotel, que se quite todo lo demás. Ya me gustaría, ya, probar algún día el Hilton.