(imagen tomada de este artículo)
El Metro de Madrid está parado, Madrid entero «El todo Madrid» está sumido en el caos. Atascos, líneas de autobús saturadas, taxis incapaces de atender tanta demanda, trabajadores que no pueden acudir a sus puestos… Y todo por una huelga salvaje, sin mínimos que respetar, y dejando a todo dios a merced de una negociación, que no tiene visos de llegar inmediatamente.
Como nunca he sido muy partidario de las huelgas, en sentido amplio, porque se reconoce como un derecho, pero que causa más daños que beneficio para los huelguistas, debo decir que ésta me parece una huelga INJUSTA.
Llegar a estos extremos sólo se entiende cuando los trabajadores están tan desesperados que les da lo mismo ocho que ochenta, tiran por el camino de enmedio y arrasan con lo que se ponga por delante. ¡Cómo tienen que estar para hacer esta salvajada!.
Y mientras tanto los sindicatos «enfriando» el bacalao que ellos han cortado previamente. Seguramente lo servirán en distintos formatos, para ir alimentando la anunciada Huelga General de Setiembre. Ojalá nadie la secunde, porque ya está bien de sindicatos.
Los trabajadores hasta hace bien poco, teníamos derechos y obligaciones, negociábamos convenios, reclamábamos aumentos de sueldo o mejoras en las condiciones de trabajo. Lo normal. Unas veces se conseguía una cosita de aquí y un pelín de allá. También renunciábamos a algunas otras en beneficio de nuestras empresas y sobre todo de nuestro puesto de trabajo. Ahora ha cambiado el escenario, los convenios se diluyen entre Reales Decretos, las bajadas unilaterales de sueldo han empezado con la mayor empresa nacional, la Administración Pública y sus funcionarios. Nos han robado la cartera y nos han puesto la soga al cuello.
Apenas nadie habla ya de los malvados controladores aéreos, esos que había que domesticar en beneficio del País. Pues resulta que ahora, sin huelga ni nada, van ganando pequeños pulsos en los juzgados. Los jueces están empezando a dictar sentencias que demuestran la «irregularidad» a la hora de aplicar estas leyes de «abracadabra». Veremos cientos de ellas exactamente iguales o parecidas, porque la ley asiste a todos, siempre y cuando seamos suficientemente sensatos y hagamos la denuncia de los desmanes en el lugar que corresponde: En los tribunales. El resto es joder por joder. Atacar a todos y no beneficiar a nadie. Bueno, alguno sí que sale beneficiado de las aguas revueltas…
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