(autor foto: Alison Haltenhof, en Flickr)
Me llega por correo una deliciosa fábula de un perro «casi» perfecto. Pero es mejor que la leais.
Un carnicero estaba a punto de cerrar su negocio cuando vió entrar a un perro. Trató de espantarlo pero el perro volvió. Nuevamente intentó echarlo, pero se dió cuenta de que llevaba un sobre en el hocico.
Con curiosidad el carnicero abrió el sobre y en su interior encontró un billete de 20 € y una nota que decía: » ¿podría mandarme con el perro 1 Kg. de carne picada de ternera y 1/2 Kg. de pierna de cerdo?».
Asombrado, el carnicero tomó el dinero, colocó la carne picada y la pierna de cerdo en una bolsa que dejó junto al perro, pero se olvidó de darle el cambio…
El perro comenzó a gruñir y mostrarle los dientes. Al darse cuenta de su error, el carnicero puso el cambio del billete en la bolsa; el perro se calmó, cogió la bolsa en el hocico y salió del establecimiento.
El carnicero no salía de su asombro, así que decidió seguir al can y cerró apresuradamente su negocio.
El animal bajó por la calle hasta el primer semáforo, donde se sentó en la acera y aguardó con la bolsa a que la luz se pusiera en verde para cruzar. Atravesó la calle y se dirigió a una parada de autobús seguido de cerca por el carnicero. En la parada, el perro vió llegar un autobús, se fijó que no era el correcto y siguió esperando a que llegara el suyo para subirse seguido del hombre.
El carnicero, boquiabierto, observó que el animal, sentado muy propio en su asiento, miraba con atención por la ventana reconociendo el lugar donde debía bajarse del autobús. De repente el can se incorporó en el asiento y, erguido sobre las patas traseras, tocó el timbre para bajarse, siempre con la bolsa en su hocico.
Bajaron perro y hombre y caminaron por la calle hasta que el perro se detuvo ante una casa. Puso la bolsa junto a la puerta y retirándose un poco se lanzó contra ésta golpeandola fuertemente. Repitió la acción varias veces pero no obtuvo ninguna respuesta.
En el colmo de su asombro, el carnicero vió cómo el perro volvía a coger la bolsa en el hocico, rodear la casa, saltar una cerca y dirigirse a una ventana. Tocó con las patas el vidrio de la ventana del baño, varias veces y sin soltar la bolsa, y regresó a la puerta de la casa.
En ese momento, un hombre abrió la puerta y comenzó a golpear al pobre perro. El carnicero corrió hasta el hombre para impedirlo diciéndole:
– «Por Dios, amigo, ¿qué está haciendo?. ¡Su perro es un genio, es único!».
El hombre, evidentemente molesto, respondió:
– » ¡Qué genio ni qué mierda!. Esta es la segunda vez en una semana que al muy estúpido se le olvidan las llaves… ¡y yo estaba en el baño!.»
MORALEJA: Por más que te esfuerces y cumplas más allá de tu deber en el trabajo, a los ojos de un jefe siempre estarás por debajo de lo que él quiere.
A mí me mandaron hasta la moraleja… como ves a veces llegamos al mismo punto por diferente camino. Gracias Jubi
Comparto la opinión de Jose Luis de BCN, yo tengo publicado el correo recibido, hace mucho tiempo, lo titulé «El perro y el carnicero» no es exactamente igual pero la ingratitud es la misma.
Mi moraleja fue la siguiente:
Moraleja: Puedes continuar superando los objetivos en tu trabajo, pero a los ojos de un jefe con mala leche, siempre estarás por debajo de lo que él quiere.
Un abrazo.
José L. no sé si es muy acertada, pero es sincera. Un besote.
Estimado amigo, esta fabula la tengo presente y ya la conocía desde hace mucho tiempo,
Si su destino fuera leído y comprendido por todos, posiblemente haríamos un mundo mejor, pero así es la vida, desgraciadamente somos humanos y nos creemos con derecho a equivocarnos y olvidarnos de lo anteriormente vivido, esto es avance del cerebro humano. (Memoria de pez, creo yo)
Tu contestación a Vito, creo que es la más acertada, .
Un saludo a todos
Vito, por eso nos tenemos que apoyar unos en otros… jeje
¡Qué vida mas perra!