Antes de iniciar la lectura, advierto de que puede ir para largo porque el confinamiento os regala más tiempo del que disponéis habitualmente y yo quiero aportar mi pequeño blog para vuestro momento de reflexión. Siempre he tratado de ser conciso y no obligar al esfuerzo que puede suponer leer algo inacabable, tal vez hasta tedioso, pero creo que el coronavirus bien vale unos momentos robados estos días. Y os prometo que no va a ser tanto como el Decamerón (lamentablemente tampoco de tanta altura literaria, pero yo también tengo mis limitaciones)
Andamos a vueltas con la continuación o no del curso académico en todos los niveles, desde «la guarde» hasta los cursos de postgrado y masters (que todavía hay quienes -la práctica totalidad- tienen que hacerlo de manera presencial). Y una vez más influyen determinados elementos que distorsionan el buen juicio de quienes tienen que tomar la decisión ante este dilema que se ha planteado debido a la presencia ubicua de este letal COVID-19.
Por un lado las familias trabajadoras, sean o no multi o mono parentales, se encuentran con la dificultad de que los niños pequeños necesitan estar al cuidado de alguien durante el período donde sus progenitores (sea el uno, el dos, o el único o la única) tienen que cumplir con sus obligaciones laborales.
Nota 1: imaginaos el párrafo anterior con el lenguaje estúpido de un políticamente progre-gili-correcto, la de malabarismos que he hecho para no decir solo padre o madre, o padres como un carca de toda la vida habría escrito y todo ello sin discriminar por género y número.
Nota 2: Añado este párrafo que copio y pego desde su origen y que nos recuerda los adjetivos Explicativos y Especificativos
Por su significado…
Los adjetivos pueden variar -al igual que los sustantivos- en cuanto a género y número, pero al contrario que los nombres, pueden combinarse con la forma neutra del artículo «lo»: lo adecuado. Además, admiten variaciones de grado: muy bonito, menos rápido que, más alto que….
Por su significado, distinguimos:
– Especificativos: El adjetivo expresa una cualidad de un sustantivo para diferenciarlo entre un grupo: Niño alto. No puede prescindirse de este adjetivo porque la oración perdería sentido gramatical.
– Explicativo: Cuando el adjetivo expresa una cualidad que el sustantivo ya tiene. Generalmente van posicionados delante del nombre y se usan con fines literarios: la blanca nieve. Se puede prescindir de ellos sin que la oración pierda excesivo sentido. (epíteto).
Hablando por tanto de Educación podríamos adornarla con diferentes adjetivos, y calificarla o explicarla. Así pues no sería lo mismo una «buena educación» que una «educación buena» y del mismo modo, si utilizamos el antónimo, tendríamos «mala educación» o «educación mala». La mala educación ya la trató de una forma muy personal el otro Pedroooooo Almodóvar.
¿Y de la educación mala?. De esa tenemos todos los ejemplos que queramos ya que hasta la fecha hemos asistido con los distintos gobiernos democráticos a una casi interminable lista de cambios en las leyes de educación y de reformas educativas cuyos objetivos nos hacen pensar que van más allá de la educación propiamente dicha y están más dirigidos a la uniformidad en las ideologías de los alumnos que al aprendizaje y formación de criterios y conocimientos culturales.
Diferentes generaciones han sufrido diferentes planes de estudios y con la transferencia de la educación a las comunidades se ha posibilitado la diferenciación étnica y lingüística, hay diecisiete historias diferentes, otras tantas geografías, sentimientos de diferenciación cultural y desarraigo que no ayudan mucho a un sentimiento de unidad ahora pedido (exigido) por un gobierno incapaz de gestionar diecisiete formas de entender un solo problema, y más proclives al «sanpamí» que de la solidaridad con sus compatriotas.
Nuestros jóvenes han sido las víctimas de un embrutecimiento paulatino por culpa de la cortedad de miras de sucesivos gabinetes, ora izquierda ora centro y ora derecha, la ley del péndulo ha llegado a la del embudo, y mientras tanto todos jugando al «trágala». Nadie se ha molestado de verdad en hacer que cada generación fuese más capaz que la anterior, nos han invitado a la igualdad por abajo, con un rasero más permisivo y basado en la lenidad, y hemos llegado al extremo que ahora nos ocupa.
¿Ahora les damos aprobado general?. ¿Continuamos con el curso cuando se pueda?. ¿Cada taifa (autonomía) que haga lo que le plazca? ¿Dejamos que decidan los pequeños?… Menudo panorama.
Sea cual sea la solución que den, quiero dar las gracias a todos aquellos jóvenes y niños excepcionales que son orgullo de todos. Todos esos investigadores, científicos, estudiantes, profesionales, y cualquiera que haya conseguido seguir teniendo criterio y formación a pesar de las circunstancias que les hayan tocado vivir. A todas las buenas gentes que se sacrifican a diario por hacer posible este encierro. Hay tanta gente generosa y entregada que no quiero destacar a nadie por encima de los demás por temor a olvidar a alguno. ¡Todos sois importantes! y a todos gracias… y una recomendación final: ¡todos a estudiar!, que para burros ya hay muchos pastando en la política «nazional» (sic).
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Los hijos de los padres de la época del pluriempleo, de la posguerra, notamos en general el gran interés de nuestros progenitores por que comiéramos «de caliente» y, de cuando en cuando, proteínas. Pero también por que aprendiéramos y, al menos, procuraron darnos una buena educación en lo que se refiere a modales, confiando que la formación nos la darían en la escuela. Era la época en que nuestras madres fregaban el suelo de rodillas y en que, por la razón ya indicada, no veíamos prácticamente al padre hasta el domingo porque se iba antes de que nos despertáramos y regresaba después de que nos acostáramos. Como nos anuncian que sobreviene un desastre económico de calibre similar al de la posguerra -esperemos que no llegue a tanto- veremos a la chiquillería teniendo que prescindir de casi todo lo material y volverá la ocasión para los mas trabajadores de entre ellos. Para quienes aspiren a coger el «elevador social» que supone la mejor cualificación profesional, que solo se consigue estudiando mucho. El escenario estaba ya anunciado: en 2019 los ingenieros con un máster una calificación en las medianías, conseguía un sueldo de unos 1500 euros. Salvo que saliera al extranjero, a países en que no había tantos titulados. Pero es que ahora no se podrá ni salir y, como habrá caído una de cada cinco empresas porque nuestros gobiernos, el del Virrey Falconetti o los de los condes Lambán, Torra, Puig, etc no se han ocupado de los cambios estructurales, los ingenieros con máster conseguirán trabajo por unos 1100 euros. Espero equivocarme.
Como siempre Pedro, enriqueciendo con tu sabiduría cualquier cosita que ponga. Si hubieras sido candidato ya sabes que siempre habría apostado por ti. Un abrazo 🤗