El verano ofrece muchísimas posibilidades de disfrute y todos encontramos siempre la forma en que emplear ese tiempo libre tan ansiado durante el resto del año.
Mis minivacaciones particulares me han llevado a exprimir al máximo esos pequeños detalles que saltan en un paseo por el sendero más insospechado. Gavín fué durante tres días el punto de partida y retorno de alguna buena caminata. Yésero, el Ibón de Piedrafita, La Cuniacha… nunca se acaba de descubrir la naturaleza y la adaptación del hombre a ella, tratando de sacar partido a unos medios escasos, y manteniendo una forma de vida «tradicional» que lamentablemente ha ido desapareciendo, quedando vestigios dispersos de su lucha por la supervivencia.
En Yésero nos encontramos con este horno de pez, y con un pequeño museo que nos recuerda un modo de producir esta brea impermeabilizante cuyos usos sirvieron tanto para mantener el vino en los odres o botas, como para calafatear el maderamen de los barcos. Un modesto oficio, como tantos otros, que desapareció con la industrialización y nuevos métodos de producción.
Andar por el Pirineo, mirando hacia el camino para no tropezar, no impide volver la vista atrás y recordar a las gentes que anduvieron esos caminos mucho antes que nosotros, y que gracias a su talento permitieron que todavía podamos disfrutar de esa naturaleza que ellos nos legaron tal como la encontraron…(casi).