La visita

Ayer tuvimos la inesperada visita de un «viejo» amigo de Palma de Mallorca. Julio ,el vecino de encima, burgalés sobrio, con quien establecimos una relación de amistad que perdura en la distancia y que mantenemos viva aunque no nos hemos visto más que en un par de ocasiones o tres desde hace diez años.

Sin embargo cuando la amistad es firme, aunque haga tanto tiempo que no te has visto, retomas la conversación en el mismo punto en que la dejaste años atrás. Parecería que nada hubiera cambiado en los últimos meses o años y que sigues «estancado» en el tiempo mientras disfrutas de la mutua compañía. (Algo parecido debió de sentir Fray Luis de León al salir de su encierro y retomar las clases con su famoso: «Como Decíamos Ayer…»).

Julio es de fluida conversación, amena y documentada. Analista de lo que le rodea y fino observador de la realidad que vive. Sus análisis psicológicos y sociológicos del entorno próximo le llevan a establecer teorías, a elaborar postulados, a buscar el porqué de muchos comportamientos sociales, y ello acompañado siempre de un humor «abstracto» que inmediatamente te lleva a compartir sus conclusiones de forma inevitable.

Durante nuestras charlas en Mallorca uno de nuestros temas favoritos era la Idiosincrasia del pueblo mallorquín. Para un peninsular desplazado a la isla, y una vez superada la fase de admiración de todo lo bueno que tiene «Sa Roqueta» (así le llaman los nativos a su isla), se da de bruces con una sociedad muy tradicional, basada en el núcleo impenetrable de la familia, y te sientes inmediatamente desplazado de lugar y con una dificil integración social. Cuesta mucho hacerte sitio en un «ambiente» que deseas que se abra para tí y superar la soledad y la separación de tus familiares y amigos «de toda la vida».

Si abres el «cascarón» de un mallorquín será de verdad un amigo fiel y entregado, pero lo tienes que conseguir a base de mucho esfuerzo , y no todo el «foraster» está dispuesto a «sacrificarse» tanto por lograrlo, así que lo más fácil es relacionarte con gente a los que la vida ha ido llevando allí por distintos caminos.

El Paraíso existe en Mallorca, pero la idiosincrasia mallorquina es merecedora de un estudio en profundidad del porqué son y han sido de esa manera durante siglos de existencia. El boom turístico de la isla ha ido produciendo un cambio externo en los modos de vida y por tanto en el comportamiento de sus habitantes. Pero en la esencia de un mallorquín siempre queda una marca indeleble que de forma inconsciente le hace mostrarse «precavido» ante otro posible invasor, sobre todo de su intimidad.

Tal vez alguno de vosotros haya estado de vacaciones en Mallorca y apenas habrá notado nada de lo que digo puesto que la relación habrá sido con el servicio del hotel y los camareros de cualquier lugar, generalmente foráneos. Pero quienes hemos vivido allí de forma continuada durante meses o años, siempre hemos topado con el mismo hecho, el rechazo hacia todo lo que procede de fuera. George Sand ya escribió al respecto en un muy recomendable libro titulado: «UN INVIERNO EN MALLORCA» en el que cuenta su estancia en la Cartuja de Valldemossa con su amante, Chopin.

Si quereis descubrir la forma de comportamiento social, los rituales del saludo y un montón de anécdotas no os perdais otro libro divertidísimo de Guy de Forestier que lleva por título: «QUERIDOS MALLORQUINES» y editado en La Foradada (R. y J.J. Olañeta, editores).

Ayer con Julio hicimos una regresión a nuestras conversaciones y fué como siempre una gozada. Así que gracias por la visita y un abrazo muy fuerte si lees este artículo. Al resto que disfruteis de la lectura de los libros que os recomiendo.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

5 respuestas a “La visita”

  1. Menos mal que Vito apoya mi teoría. De todas formas, Carlos, hay una cosa en la que coincido contigo: no tiene nada que ver la gente de la tierra media y el norte con los de la ribera. Si algún día nos tomamos un café, te contaré con quién me identifico yo y por qué.
    Besos.

  2. En esta ocasión me voy a sumar a Lamia en lo de llevarte la contraria. Yo he vivido en Pamplona de adolescente y he trabajado de adulto. En ambos ámbitos me trataron fenomenalmente y siempre guardo muy buenos recuerdos pues la gente es muy correcta y sincera. Otra cosa es a la hora de hacer amistades, pues como tambien pasa en Zaragoza, la gente está muy arraigada a la familia y a sus «amistades de toda la vida», sus círculos son concéntricos y es difícil introducirte. Yo tenía amigos de Pamplona con los que salía los fines de semana en Jaca y luego en Pamplona casi ni los veía. No obstante coincido en que su amistad, una vez conseguida, es inquebrantable.
    Y con el tema de Sa Roqueta, para mi los mallorquines se asemejan mucho a los corsos, siendo los menorquines la guía espiritual de ambas conciencias (insuperables).

  3. La amistad es importante, para mí es uno de los grandes valores. Tengo algún amig@ como el tuyo mallorquín, de contadas ocasiones pero intensas, que nos vemos poco, pero en los momentos importantes (en los buenos y en los malos) siempre los he tenido conmigo. Un saludo

  4. Lamia, por primera vez desde que comenzaste a comentar aquí, tengo que llevarte la contraria. Si bien es cierto que los Navarros de los valles norteños pueden resultar un tanto «cerrados», más por las condiciones geográficas y forma de vida (Baztán, Roncal, etc…) el resto de gente navarra en su conjunto, son los MAS NOBLES y entregados que conozco; incluso por encima de la nobleza baturra de la que me siento tan orgulloso. Siempre he tenido mucha afinidad y cariño con sus gentes, y siempre he recibido de ellos todo lo que podían dar e incluso más. No digamos de los navarros de «La Ribera», tan aragoneses o más que los propios maños «ibéricos» (del Ebro), en cuanto a forma de ser y comportamiento, ya que son y desean ser navarros de «pura cepa». Así que de mi parte un gran abrazo y mi cariño para todos los navarricos.

  5. Los amigos son grandes tesoros que debemos preservar. Nunca he estado en Mallorca pero, con lo que planteas, me has recordado también el carácter navarro. Aunque llevo la mitad de mi vida en Aragón, mi corazón sigue latiendo abrazado por las cadenas de las Navas de Tolosa. Los navarros somos también un poco así. Nos cuesta abrirnos pero, cuando lo hacemos, es para siempre.

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