Estamos a punto de estrenar tranvía en Zaragoza (tiene que estar listo antes de las Municipales y Autonómicas), y ya casi han desaparecido las obras de su instalación permitiendo el tráfico de norte a sur por un solo carril.
Se acaban de dar cuenta de que el tiempo que se invierte en hacer un recorrido relativamente corto, se ha incrementado al doble de lo que solía ser habitual entre el Hospital Miguel Servet y Plaza de Aragón, ya que el flamante tranvía ocupa más de la mitad de la calzada disponible entre los bordillos «disuasorios».
Visto que eso no va a mejorar en lo sucesivo el Ayuntamiento ha decidido «recomendar» a los ciudadanos dos cosas:
-Utilizar el transporte público o
– En caso de utilizar tu vehículo hacerlo por vías alternativas.
La primera, a parte de justificar una inversión «descabellada», será considerada como un acto de civismo por nuestra parte.
La segunda, que me temo será la natural, se mostrará totalmente infeficaz para aliviar y/o descongestionar el tráfico de vehículos por la ciudad. Y no lo digo yo, sino que hace muchos muchos años, un matemático estableció lo que se conoce como Paradoja de Braess. (Perdonad por el link en inglés pero las traducciones que he encontrado son una basura, salvo este artículo que lo explica muy bien).
Esto es lo que hay, atasco insostenible y continuo mientras no vuelvan a eliminar el tranvía. Pero como eso tardará al menos un par de años, lo mejor es que tomemos nuestras propias medidas ciudadanas.
El tranvía se vende como el transporte menos contaminante para las ciudades ya que no quema combustible directamente (si acaso se quema para producir los voltios que fluyen por la catenaria), y tampoco se molestan en calcular el incremento de consumo de carburantes al obligar a recorrer más kilómetros para realizar un trayecto de largo recorrido entre dos puntos cercanos, ni el gasto extra, durante los atascos forzados, con los motores funcionando sin recorrer un metro. Así que, como diría un castizo, «hemos hecho un pan con unas hostias».
Estamos en mitad de un anticiclón que impide a los gases ascender a la atmósfera llena de polución, y ciudades como Madrid y Barcelona se han puesto boina (y no por el frío), en Zaragoza me entero de que los muestreos de contaminación del aire se maquillan a base de haber quitado los medidores en los puntos más «saturados» (creo que en Madrid también), y piden a los dioses que venga la lluvia liberadora de impurezas.
Sinceramente no sé que actitud tomar. Porque si cojo el Bus tengo que hacer transbordo a otro bus o al tranvía cuando circule. Si uso mi moto me la juego si me caigo contra el bordillo. La bici por más que hayan puesto miles de km. de carril de vía estrecha, con el cierzo tan nuestro, tampoco es una alternativa para la mayoría de ciudadanos cuya movilidad no les permite andar esquivando aceras, coches y bordillos. Y desplazarse andando a cualquier sitio, viviendo lejos del centro de la ciudad, tampoco creo que se convierta en la nueva moda.
Así que al final haremos lo que predijo Braess, tomar cada uno nuestro camino y «morir al palo» del tráfico. A lo mejor es que las matemáticas no fallan (se llaman ciencias exactas) y lo que realmente está errada es la política de movilidad urbana, gestionada por… bueno a los que les hemos votado.