Tenía por ahí un ordenador portátil totalmente «out of service» y, antes de tirarlo al punto limpio, quería ver cómo era por dentro. No tenía ninguna intención de reparar lo que el tiempo había hecho envejecer prematuramente. Con nueve años era ya una «reliquia» y acabó fulminado por alguna extraña razón.
La historia del ordenador ha estado plagada de incidencias variadas y bastante incómodas. Unas por fallo técnico y algunas por errores míos en el manejo. El primer día ya tuvimos nuestras diferencias, ya que venía con un programa de protección que instalé desde su CD y al reiniciar me pedía una clave que yo no había «metido». Así que una y otra vez me impedía acceder y no hubo manera de que se «apeara del burro». Obviamente debí pulsar alguna tecla que se registró como clave, y yo no tenía conciencia de cual podía ser la combinación.
Llegué a hablar con el programador que había desarrollado el programa para ver si había alguna manera de desinstalarlo, o hackearlo legalmente. Pero el buen hombre lógicamente se guardó muy mucho de contármelo. En fin acometí con mucho temor mi primer formateo del sistema. Nunca antes lo había hecho y «alucinaba» viendo cómo trasladaba archivos, comandos, mientras de vez en cuando pedía alguna confirmación durante el largo proceso. Luego hubo que meter los drivers y a pesar de mi ignorancia acabó funcionando correctamente.
A los pocos días la unidad de discos no se abría… así que lo mandé al fabricante y la cambiaron por una nueva. Al cabo de más tiempo empezó a sobrecalentarse y hubo que cambiar también el sistema de refrigeración. La batería también dejó de cargarse al cabo del tiempo y ya no pudo ser un portátil autónomo, ya que solamente funcionaba conectado a la red eléctrica, la interconexión con la pantalla me obligó a dejarla siempre abierta en la misma posición, o buscar el punto donde hacía buen contacto una y otra vez…
La de virus que le inoculé a base de meterme donde no me llamaban dejó de preocuparme en cuanto ví que tenía dos opciones, poner los antivirus más potentes y dejar de navegar cómodamente o, cuando aquello no «tiraba» bien, volver a formatear. Opté por la segunda opción, al fin y al cabo no guardaba nada importante en él.
Ese portátil me ha servido para aprender algo más de lo poco que sabía (nada) del funcionamiento de un ordenador, y a quitarme la prevención que un profano tiene antes de meterse en el Sistema Operativo. Me ha hecho «discurrir» y solucionar pequeños problemas, pero también me ha dado bastante la lata. No digo la marca porque no soy quien para desacreditarla pero el balance final no ha sido demasiado bueno.
Sólo me quedaba para sacarle algo de jugo ver cómo se metía tanta tecnología en tan pequeño volumen. Así que con un destornillador y estas manitas ayer le saqué las tripas. La disquetera, la batería, el disco duro, el ventilador… todo fuera y a la vista. Y luego perfectamente amontonado a una bolsa de basura y a ver si lo reciclan.
jajaja Sea como sea lo hiciste! y eso es lo importante amigo! : )
José, no me animé a formatear, me obligó el propio aparato… jeje. Luego se convirtió casi en una rutina más en la que sólo era cuestión de paciencia y dejar que se fuera actualizando… 🙁
Me parece muy bien que te hayas animado con lo del «formateo». Mucho se aprende si uno se anima (como decimos acá) a «meter mano» jeje….Porsupuesto que a veces pueden venir los dolores de cabeza, pero bueno es un riesgo que uno debe correr…
sÍ Helektron, le dió un «arrechucho» y se quedó pajarito. 🙁
Ohhh ¿murió ya?
JEJE, Jubi, somos un par de curiosos destripagadgets… Yo sólo quería verlo desnudo, así que no lo ordené tanto. Pensé si de verdad es un ordenador que se ordene a sí mismo. ¡y no pudo!. 😉
Yo también tenía un portátil de mi hijo. Y llamé a Ikea, para que me ayudaran a montarlo…
http://www.unjubilado.info/2010/07/28/portatil-2/
Pero no me enviaron las instrucciones.