Integrar el arte dentro de un medio de transporte es una forma de hacernos más cultos sin esfuerzo.
El traqueteo de los vagones, la prisa, las preocupaciones con las que nos subimos a un transporte colectivo, los horarios, las apreturas, el olor… casi todo hace que viajar en metro sea a diario un trance más que acaba influyendo en nuestro estado de ánimo…
Las caminatas por las galerías subterráneas hasta hacer los transbordos, la mirada hacia la oscuridad del túnel, la lectura a trompicones de un periódico o novela, las caras de sueño, la cabezadita medida hasta llegar a tu parada…
Cuando bajas al metro de cualquier ciudad te ves inmerso en la sociedad en la que vives y eres capaz de adivinar en las caras anónimas que te rodean un montón de gestos que te llevan a recrear sus historias personales intentando adivinar cómo son en realidad.
Sin embargo el metro de Estocolmo te lleva a una caverna de arte en la que cada estación, cada pared de roca o un detalle de color te hacen vivir en armonía con la contemplación de algo que deja de ser un túnel para convertirse en una galería… de Arte.
Es muy buena opción, que entretiene mientras esperas.
el metro de estocolmo es sensacional, aqui en México pasa algo similar con el metro pero aqui son grafitis lo que se ve, un abrazo .
Jubi, Entonces vuélvete andando por el túnel y verás más pinturas, frescos y relieves…
Y mientras tanto vamos cantando :
Al compás del chacachá
del chacachá del tren:
¡qué gusto da viajar
cuando se va en exprés!
Pues parece que el amor
con su dulzón vaivén
produce mais calor
que el chacachá del tren…
¡¡¡Me he pasado de parada!!!