Como mal nadador que soy, siempre le he tenido un enorme respeto al agua, sobre todo en el mar. De cualquier modo los niños siempre han disfrutado y disfrutaran con el agua de una manera extraordinaria, lo cual hace que ésta ejerza una atracción, a veces fatal, que ha acarreado no pocas y tristes desgracias.
Cuando nacieron mis hijos en Mallorca era su medio natural de evasión. Magníficas playas, unas instalaciones deportivas justo al lado de casa y por supuesto la piscina con muy buen tiempo durante bastantes meses al año. Así que mi preocupación desde que comenzaron a «reptar» o gatear era la de que pudieran defenderse por sí mismos en caso de caída fortuita en el agua.
Comenzamos intentado que el niño de un año y medio hiciera un curso de ISR (Infant Swimming Resources), entonces llamado de flotación de bebés. Pero el porbre sólo quería estar en el agua con su «papi», así que acabó mordiendo en el cuello a su monitor para que no le obligara a estar con él. Así que más claro…
Decidimos pues que tendría que ser papá quien se ocupara del tema. Así que alguien que, más que nadar, lo que ha hecho siempre es apartar el agua de delante de sí para no tragársela, se vió «inmerso» en crear una artificio para que el niño aprendiese a flotar y desplazarse sobre el agua. Dado el alto nivel técnico que apliqué no sé ni como no se me ahogo el niño. En fin, a base de paciencia y disfrutando juntos del agua conseguimos (realmente el niño por sí mismo) que aprendiese a nadar y disfrutar del agua sin peligro.
Al verano siguiente le tocó el turno a la niña, a la cual dejé que tragara unos cuantos sorbos «imprevistos» porque le gustaba tentar a la suerte hasta que se caía al agua. También fué un éxito por su parte y consiguió nadar a pesar de tener tan mal maestro.
Afortunadamente para ambos, hicieron un montón de cursos de natación tanto en el cole como por su propia iniciativa y ahora son unos excelentes nadadores. Cosa que siempre me he atribuido como un mérito propio, aunque lo único que hice fué estar muchas horas jugando en el agua con ellos y disfrutando hasta que conseguian flotar y adquirir confianza como para acudir a mi llamada desde un par de metros desde la orilla.
Ahora todo esto es más fácil porque desde hace muchos años hay gente especializada en enseñar a nadar a los bebés, hay muchísimos lugares donde acudir y en todas las piscinas municipales se organizan cursillos a lo largo de todo el año. Pero este vídeo me ha recordado por qué tenía tanto interés en que mis hijos tuvieran la oportunidad de salvarse en caso de una caída accidental en el agua.
De todos modos el mejor salvavidas es el ojo de un adulto siempre puesto sobre la cabeza del niño. Pero a veces la fatalidad ocurre y el ojo ha parpadeado en un instante fatídico para siempre…
Animo a todos a que sus bebés consigan esto que demuestra nuestro protagonista con su traje de buzo y su pelotita…
También yo llevé a mi hijo al Centro de Actividades Acuáticas a los pocos meses de nacer. A mí siempre me ha gustado el agua y quería que él disfrutar del medio lo antes posible. El resultado fueron unas sesiones tremendamente gratificantes para ambos y un excelente nadador. El coleguita sigue con las clases de natación y el problema es que ahora ya no puedo competir con él. Me gana siempre.
Otra vez llegará la primavera y volveremos a «sufrir» la piscina. el año pasado fue el contacto con el agua, éste, espero que «salgamos» nadando!!!