Ocurrió en China

 

 

Sí ya sé que nos cae un poco lejos, algo más que las tiendas de todo a poco precio, y que en China hay más de mil millones de vidas humanas, por lo que la oferta supera a la demanda, así que el precio de una de ellas es similar o inferior al de un producto cualquiera con la marca «MADE IN CHINA».

No os voy a castigar con las imágenes que han causado furor entre todo el mundo, en las que no una sino dos veces se atropella a una niña perdida en un mercado y el resto de su mundo permanece impasible, evitando tropezar con ese bulto, hasta que lo retira una persona anónima a la que se ha premiado por su caritativa acción.

Estamos tocando fondo en la consideración de lo que es el valor de una persona, de un ser humano, y lo estamos convirtiendo en otro producto de low cost. Asistimos impertérritos a cualquier muerte de lo que en su día fue considerado lo más valioso del mundo, LA VIDA.

Nos han llenado la cabeza de cifras en las que los muertos en carretera son sólo un balance estadístico (excepto para sus familias y amigos), las bajas en diferentes escenarios bélicos forman parte de un plan de ataque, los atentados terroristas son tanto más «llamativos» cuantas más víctimas producen, y los daños colaterales en «personas inocentes» nos llenan un rato de turbación, porque somos humanos, pero en seguida volvemos la vista a nuestro entorno y dejamos a un lado todo aquello que no nos «incumbe» de manera personal directa.

Asistimos a las hambrunas como auténticos burros con orejeras, mirando para otro lado. Dejamos un óbolo en una cuenta corriente cuando ocurre una calamidad natural y cuyo resultado se cuenta por millares de afectados por un terremoto o una inundación. Pero una vez que sentimos que ya hemos hecho algo por esa pobre gente tenemos que ocuparnos siempre de nuestros propios asuntos…

Pero ¿cuáles son nuestros asuntos?. Pues sinceramente todos y ninguno de ellos importan un bledo cuando somos incapaces de dar valor a alguien que es más que un nuevo caso «accidental» para engrosar otro cómputo de la barbarie humana.

Tal vez esta pobre niña hubiera muerto por causa natural en cualquier momento, pero no se merecía ese desprecio ante su inminente final. Es sólo un caso de los muchos que se producen a diario en todo el mundo, donde la malaria se nutre a diario de personas condenadas al olvido general, donde el hambre y la guerra diezman a grandes masas de gente y las vemos como un montón, y no como individuos únicos. Nos hemos curtido el corazón a base de cifras, sentimos pena eso sí, pero una pena transitoria y totalmente pasiva. Apartamos de nosotros todo aquello que nos produce sentimientos «humanos» como la tristeza, la compasión, la caridad y que intentan removernos la CONCIENCIA.

Estamos dejando de ser humanos cuando actuamos de este modo, dejando que otro ser humano desaparezca de nuestro lado con la mirada inexpresiva, vacía de emociones, y siguiendo nuestro camino como si tal cosa.

Ya sé que esto ocurrió en China, pero en la esquina del supermercado hay cada día alguien pidiendo una ayuda, en la acera de enfrente se sienta un mendigo, en el hospital alguien necesita sangre o un transplante. Pero nosotros siempre pasamos de largo ante tanta necesidad humana, porque al final somos los corderos que vemos cómo el lobo se come a una oveja del rebaño y nos damos por satisfechos habiendo tenido la suerte de no ser los elegidos… al menos por ese día.

 

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

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