Según esta regla de San Benito, en la que administra las tareas con la oración y el descanso, en función de la luz solar a lo largo de las distintas épocas del año, yo diría que queda tiempo para todo. Pero no soy ningún monje y la obligación tiene sus momentos, tras los que me dedico a la devoción.
Mi visita a Bilbao ha sido por «renovación» de la acreditación como instructor en Mercancías Peligrosas, que debe hacerse cada dos años como máximo, y ya me tocaba. Una vez más he disfrutado del curso que imparte Dangerous Goods Packaging y de verdad que Goyo de esto SABE lo suyo y lo de los demás…
Así que he aprovechado los ratos de mis devociones a redescubrir la ría de Bilbao. Primera parada en el Puente de Deusto, desde el que la Torre de Iberdrola domina el skyline bilbaíno. Todavía queda el recuerdo de las barreras que cortaban el tráfico para elevar los tableros del puente, y permitir el paso de barcos por la ría.
Ahora el tranvía recorre la orilla y el Palacio Euskalduna abre sus puertas a la música y los congresos. El paseo junto a la Universidad de Deusto te lleva directo hacia el Guggenheim. Ahí tienes que detenerte todo el tiempo que quieras, descubrir un volumen, un reflejo, una sombra y disparar la cámara desde cualquier ángulo, el resultado de cualquiera de ellos es siempre una foto singular.
Dos noches solamente me han sabido a poco (o a mucho según se mire), porque no me he podido acercar al Casco viejo a comerme unos pintxos, pero aún tuve un momento para ver el ambiente previo al partido entre el Atletic y el Real Madrid, que acabó por cierto con el nuevo campeón de liga de este año en «la catedral».
Así que lo que decía al principio hay tiempo para muchas cosas entre rezo y rezo… y aquí os dejo mis fotos de estas cositas de Bilbao.