¿Recordais el comentario tan excelente que hice del restaurante del Pabellón de España?. Tanto a los que lo recordeis como a los que no, os sugiero que lo hagais tras leer el que ahora inicio. (Recordatorio…).
En dicho artículo podeis ver que comimos entonces unos excelentes Pimientos del Pontigo una de las exquisiteces que ofrece Maher. Pero Jesús, el amigo corellano, siempre les había llamado Pimientos de Cristal. También nos dijo que Pontigo es uno de los muchos parajes que pertenecen al término municipal de Cintruénigo, aunque mis «pesquisas» me hacen dudar de si pertenece a Cintruénigo, Corella o a Fitero. De cualquier manera El Pontigo es un parque en Fitero del que aparece información en: » El Periódico de Fitero».
A lo que vamos, finalmente hablaré de los pimientos de Cristal, ya que ayer tuvimos un día de arduo trabajo artesanal aprovechando la época de la excelente huerta Navarra.
Llevamos varios años acudiendo a Corella, a la Caseta del Villar perteneciente a la familia de nuestros amigos y muy próxima a la Ermita de la Virgen del Villar ( en honor a la Patrona de Corella) para elaborar un excelente tomate embotado. Dado que siempre habíamos dedicado el tiempo para hacer un montón de kilos de tomate en conserva, nunca nos habíamos lanzado a hacer un poco de pimiento asado de la citada variedad, y siempre «gorroneábamos» de los que habían preparado la familia para consumo propio.
Ayer sin embargo decidimos trabajarnos las dos labores y la verdad es que, a pesar del palizón, todo mereció la pena. La conserva de tomate la dejo de momento a un lado porque es mucho más conocida y frecuente hacerla en muchos hogares incluso en la ciudad. Pero los pimientos ya es otra cosa.
En su origen el asado de los mismos se hacía -según refieren- directamente sobre las propias brasas de leña, envolviéndolos en ellas y sacándolos una vez «chamuscados». Ahora han cambiado los tiempos, y a parte de que está totalmente prohibido hacer fuego al aire libre (incluso dentro de tu propio terreno), el butano produce el mismo efecto con nada de riesgo de incendio y con una cierta «comodidad».
El método de elaboración consiste en cortar uno por uno los rabos de cada uno de los pimientos, lavarlos y con el agua sobre su piel todavía tersa y brillante, meterlos en un tambor perforado y hacerlos girar dentro del fuego vivo hasta que adquieren un aspecto más que repugnante a requemados. Una vez conseguido el color carbón se van almacenando en capas teniendo cuidado de «abrigarlos» para que no se enfríen mientras se van asando el resto. Cuando tras unas tres horas de manubrio acabé de asar 23 kg. de pimientos, había reducido el contenido de dos grandes canastos de pimientos, a apenas un cubo lleno de una masa informe y negruzca. Así han de permanecer en reposo, terminando de asarse en su calor acumulado durante unas pocas horas, hasta que se pueden tocar sin quemarte.
Eso lo dejamos así hasta la tarde, momento en que ya habíamos acabado de hacer la conserva tomatera y los botes se «esterilizaban» al baño María. Mientras se iban cociendo los botes, nos pusimos a «pelar» los pimientos. ¡Vaya toalla!. Hasta que le coges un poco el punto se te deshacen literalmente en las manos y se hacen trizas dada la ternura que tienen. Además se te quedan restos de piel y pepitas que afean el resultado y le quitan mérito a la labor artesanal. Seis personas estuvimos sin parar de pelar durante otro par de horas charlando y contando chascarrillos alrededor del cubo de pimientos. Pilar, a sus 86 años, fué la que guió nuestro «bautismo» de pimenteros de cristal y aportó no sólo sabiduría sino una extraordinaria habilidad en su pelado, fruto de años de aprendizaje y esfuerzo para cuidar de una gran familia, no sólo en cuanto a número sino en calidad humana de todos ellos. Un beso muy fuerte a todos.
Al final el resultado de tanto trabajo mereció totalmente la pena. Podeis verlo en las fotos que os dejo ver. Ya me gustaría que pudieseis probarlos junto a nosotros, pero me temo que no habría suficiente para todos, porque además el precio en el restaurante está en relación directa con el trabajo artesanal que requiere poder disfrutar de esta auténtica delicia gastronómica que, no por sencilla, tiene que envidiar a otro tipo de platos.
Pero lo mejor de todo es haber disfrutado un año más de la hospitalidad de estos nobles navarros, de su ayuda y seguir participando del trabjo en equipo propio de otras épocas, en familia y con el amor a las cosas sencillas de las que por desgracia nos habíamos ido olvidando. Gracias por vuestro cariño.
A vosotros os invito a seguir el proceso foto a foto y no me critiqueis mucho la pinta que arrastro para hacer de fogonero… ¡Ah! y no olvideis volver al principio para releer el artículo que os recomendaba. Salud.
Donde se pueden comprar esos pimentos??
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¡Vaya por Dios! en seguidoa soluciono lo del enlace. Gracias Jesús.
Sí, efectivamente trabajamos de los lindo, pero el resultado ya lo hemos visto y … catado: excelente.
Una cosilla, el enlace que pones a la ermita de la Virgen del Villar, no es a la de Corella, sino la de Sediles, en la comarca zaragozana de Calatayud.
Un abrazo. Jesús
En Cataluña tambien tienen la costumbre de hacer asado de castañas y boniatos, creo que alrededor de todos los santos. Celebro evocarte tan buenos recuerdos habiendo leido que ya has superado la rebeldia de adolescente por la pérdida que contabas. Desde aquí te doy un abrazo aunque hayan pasado tantos años.
El tamboril en el que asais los pimientos me recuerda mucho al que utilizaba mi padre para asar las castañas en las tardes de otoño, en un caserío cercano al Santuario de Aralar.