Sorprende enterarse «de puntillas» que una compañía aérea que no sea Iberia esté pasando una mala racha. Pero a poco que se vean los titulares de algún diario es fácil dar con la noticia que esperabas saliera publicada.
El caso es que Air Nostrum «ofrece» a sus empleados una drástica rebaja de sus salarios , y un futuro «esperanzador» cuando salgamos de esta crisis que han convertido en el cajón DESASTRE de todos nuestros males. Pero no cabía esperar otra cosa que no fuera esta solución tan «innovadora» a la hora de arreglar las cuentas. No importa quien sea el responsable, si es o no motivado por el panorama general, por un entorno hostil, por una mala gestión, o por una desidia previa. Al final los balances se cuadran poniendo el signo MENOS en la partida de salarios. ¡GENIAL!.
Pero la cosa viene ya de largo. Desde que aprobaron, allá por Marzo de este año, el ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) hasta la fecha, no ha sido «eficaz» el sacrificio de todos ellos para garantizar la rentabilidad. Así que algo más había que hacer. Pero claro, siempre hay que esperar al momento adecuado. Justo ahora que Iberia – IAG intenta despedir unos 4500 empleados, cuando además la Reforma Laboral facilita los despidos, y cuando todo trabajador se «conforma» con mantener su empleo, es mucho más fácil llegar a ese «consenso» que llena la boca de los «negociadores» profesionales. Pero ese acuerdo se basa en el tradicional: «ESTO SON LENTEJAS».
Mi primer ERE como trabajador sucedió a principios de 1993. La compañía en la que trabajaba anunció que había que reducir alrededor de un 20% de la plantilla. En las reuniones que tuvimos hicimos una contrapropuesta de ahorro de costes en la que se incluían aspectos como la Congelación Salarial durante dos ejercicios, reducción de dietas, uniformidad, alojamientos, y un largo etcétera que garantizaba por aquél entonces un ahorro bruto de 200 millones de pesetas… con el compromiso de la compañía de no despedir a los compañeros a los que afectaría el despido. Todavía me remuerde la conciencia por haber firmado ese acuerdo. Después de siete meses de tregua, el ERE se hizo efectivo, y aquellos a los que tratamos de mantener en su trabajo fueron despedidos sin contemplaciones. Y mi impotencia y rabia se hicieron mayores sabiendo que el FINIQUITO se lo habíamos «financiado» aquellos compañeros tan nobles y solidarios.
“Hay, por supuesto, investigaciones que muestran que los programas de beneficios como los nuestros aumentan la retención de empleados y parecen mejorar el desempeño en cierto nivel, pero resulta que lo hacemos no porque sea importante para el negocio, sino porque se debe hacer. Cuando se trata de ser realistas, es mejor trabajar para una compañía que se preocupa por ti que para una que no”, afirmó el directivo.