Si quieres ver yates de lujo, lanchas de todo tipo, veleros de grandes mástiles, y sentir que el dinero existe (en otras manos) no tienes más que darte un pequeño garbeo por este magnífico puerto de Mallorca.
Puerto Portals reúne un variopinto enjambre de personas de la «ship-set». También marineros de cualquier nacionalidad, y curiosos como yo que disfrutamos sencillamente contemplando esos lujos naúticos. La imagen espectacular que se ofrece llegando al desvío hacia Portals Nous en la Ma-20, o Vía de Cintura, ya merece la pena.
Entrando en la rotonda tienes ya acceso a Marineland, donde los delfines con sus ejercicios te dejan asombrado y con ganas de abrazarlos y comértelos a besos. Magníficos animales que inspiran cariño y alegría nada más verlos nadar. (Muy recomendable para todas las edades).
Pero seguimos hacia la zona del puerto. El aparcamiento suele estar complicado, pero siempre encuentras un huequecito donde meter el coche, cuidando de no rayar algún que otro Ferrari, Aston Martin, Porsche y similares, de los que encuentras siempre alguno que otro junto a las popas de los yates.
Los muelles acogen matrículas de barco de muchísimos lugares, pero abundan los de Nassau (Bahamas), Southhampton, Bermudas y alguno que otro también de Palma o Barcelona. Cualquiera de ellos tan bonito o más que los que están amarrados a su lado. Inmaculados y relucientes hasta el límite, tienes ocasión de ver las salas de máquinas más limpias y bruñidas que una cocina doméstica. Todo está en orden, ni un cabo suelto, ni una mota de polvo, ni un chorretón de agua salada seco… Teka pulida y barnizada, cromados, bronces y copas de Champán en las cubiertas. Ahora mismo me enrolaba de grumete en cualquiera de ellos.
Sigues con el paseo y puedes descubrir la cara de algún famoso nacional que de vez en cuando se deja caer por allí. Pero en general es gente de fuera, con aire desenfadado y elegante, sencillos en la elegancia deportiva propia del verano, pero huele a riqueza por cada rincón.
Hay una serie de restaurantes emblemáticos y conocidos por todo el mundo. El más de lo más es el Tristán que tiene dos estrellas Michelín, refinado y muy caro, pero siempre con un toque de distinción exquisito, y que no todos podremos llegar a paladear. Otro más informal y siempre lleno es el Flanigan, ahí te puedes dar un buen premio haciendo un pequeño esfuerzo vacacional y sentir que el trabajo de todo un año bien merece darte un pequeño «lujo». El Diablito, con sus magníficas Pizzas, es para nosotros casi una tradición familiar cada vez que vamos a ver «nuestros» barcos favoritos.
Y para los que les gusta ir de tiendas tiene alguna que otra en la que mirar escaparates de prendas de vestir, joyería o relojes «pelucos» de a tres, o las ofertas de embarcaciones…
Hay mucho que ver en Portals, pero como siempre sólo os pongo los dientes largos para que llegueis allí y descubrir todo eso que no muestro en mis fotografías…
Javi, me refería a la playita junto al puerto de Portals. Claro que conozco Cala D’Or, y creo que la mayoría de calas y recovecos de la isla. Ocho años dan para mucho… y procuramos conocerla lo más a fondo posible.
El ambiente artístico en Mallorca es increíble. Ahí empecé a pintar de la mano de Damiá Ramis, heredero del arte de su madre, Remigia Caubet (extraordinaria escultora), que me enseñó a captar la luz y el color. Ahora él sigue ceando esculturas y pintando magníficamente.
Yo las pocas veces que fuí en barco era de compañeros y amigos que tenían pequeñas embarcaciones, disfruté un montón de esas cortas singladuras, y lo único que hacíamos era tomar una cervecita en cubierta, tomar el sol y darnos un baño en agua limpia. Inocencia total. 😉
Te preguntado si era el puerto de Cala Dor y ahora me doy cuenta que en mi primer comentario no te puse que donde estuve trabajando fue en esa localidad, seguro que la conoces.
Creo entender que te refieres al puerto pesquero de Cala Dor? es que yo vivia en un chalecito propiedad de un pintor, no de brocha gorda, sino de cuadros, con el que hice una gran amistad, al punto que me llevo a vivir a su chalet, estaba a orillas del puerto pesquero, una maravilla, el me contaba todos los asuntos turbios de los ricachones con sus yates.
Saludos.
Javi, nosotros vivimos ocho años en Palma y solíamos ir con los peques a pasear por allí. A veces a una pequeña playa junto al puerto. Y siempre pensábamos que para llegar a esos niveles de dinero, algo turbio puede haber detrás.
Indudablemente no todos, pero más de uno de estos ricachones tendrán algo pendiente que no será el ancla.
En fin, nosotros eramos felices con ver los barcos, y los cochecicos, pero nunca tuve envidia de ellos. Y conforme han pasado los años sólo me preocupa de verdad la salud de mi familia y su bienestar, que no tiene nada que ver con poseer mucho dinero que malgastar. Un abrazo, Javi. 😉
En una de mis estancias en Mallorca, estuve un año trabajando, me entere que algunos propietarios de esos yates más de un día navegaban a alta mar para celebrar partidas de poker en las que se jugaban verdaderas fortunas, realmente son multimillonarios, ya nos conformaríamos más de uno con una pequeñisima parte de lo que poseen ellos.
Nos conformaremos con tener salud, esa si es que es la mayor fortuna que podemos tener.
Saludos.