(autor)
Hace años que me dediqué a las clases particulares y de «apoyo» en una Academia de Enseñanza. Una de las mejores cosas que conseguí fué aprender mucho más que los alumnos que tuve.
La mente es una cosa extraña que nos lleva por vericuetos intransitados hasta que no has necesitado sacarle todos los recursos de que dispone. Cuando alguien intenta transmitir lo que ya sabe a cualquiera que tenga una simple duda, necesita bucear en la personalidad del oyente, detectar su limitación y buscar el resquicio por donde meterle el conocimiento a pesar de su aparente incapacidad.
La sorpresa que recibes al abrir una puerta cerrada en la mente ajena es que has liberado un mundo de oscuridad para que pueda llenarse de luz por sí solo.
Un alumno, una persona que busca tu ayuda para aprender, es algo más que una dificultad para encontrar la manera adecuada para lograr que aprenda, es ante todo una mente cuyo mecanismo hay que descubrir para poder servirle de utilidad.
Al cabo de los años seguimos dando clases «muy particulares» a nuestros propios hijos. Buscamos cómo entrar en su interior para darles todo nuestro saber y nuestra experiencia en todos los temas que hemos vivido. Pero no siempre lo logramos debido a las implicaciones afectivas que tenemos con ellos.
En la búsqueda del método radica nuestro mayor beneficio. El resultado final merece la pena, ya que habremos «formado» integralmente a nuestros más queridos alumnos, nuestros HIJOS.
Sucotronic, Supongo que dentro de nada una tal Jud… te querrá convertir en «profesor» particular. Me huelo que te emplearás a fondo en todo, ya que de forma altruista ya lo haces desde el blog. Así que seguro que tus niños salen bien formados y más importante aún educados.
María Teresa, no me extraña que te arrepientas. Por cierto ¿realmente aprendiste a conducir?, no sé , no sé, por aquello que dicen de que las mujeres al volante… 😉
Desde luego aunque tengamos poco tiempo o nos cueste, dedicarles atencion en sus estudios a nuestros hijos sobre todo cuando son pequeños, a la larga compensa y se nota mucho en su trayectoria personal y luego profesional.
Pero en la linea de lo que dices, me acuerdo que a pesar de los loables intentos de mi querido padre para enseñarme a conducir, siempre acabábamos «riñendo» y tuve que ir a la autoescuela….¡Cómo me arrepiento!.
Un hurra por los buenos profesores, padres o no, sufridos ellos…
Que gran verdad dices Carlos, ojalá todos se diesen cuenta de la importancia de ello y se involucrarán mejor en la educación de su progenie.